Jueves IV

Laudes

Oración de la mañana

SALUDO INICIAL

V. Señor abre mis labios.
R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

  • HIMNO

  • SALMODIA

Ant. 1. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Salmo 142, 1-11

Señor, escucha mi oración; tú que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.
El enemigo me persigue a muerte, empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas como a los muertos ya olvidados.

Mi aliento desfallece, mi corazón dentro de mí está yerto.
Recuerdo los tiempos antiguos, medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed ti como tierra reseca.
Escúchame enseguida, Señor, que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro, igual que a los que bajan a la fosa.
En la mañana hazme escuchar tu gracia, ya que confío en ti;
indícame el camino que he de seguir, pues levanto mi alma a ti.
Líbrame del enemigo, Señor, que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad, ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno, me guíe por tierra llana.
Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sáname de la angustia.

Ant. 1. En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Ant. 2. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Cántico
Is. 66,10-14a

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis,
alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto;
a su pecho seréis alimentados y os saciaréis de sus consuelos
y apuraréis las delicias de sus pechos abundantes.
Porque así dice el Señor: "Yo haré derivar hacia ella como un río la paz,
como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus cristuras y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón
y vuestros huesos florecerán como un prado."

Ant. 2. El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Ant. 3. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Salmo 146

Alabad al Señor que la música es buena;
nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.
El Señor reconstruye Jerusalén, reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados, venda sus heridas.
Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida.
El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor, tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes, preparando la lluvia para la tierra;
que hace brotar hierba en los montes, para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado, y a las crías de cuervo que graznan.
No aprecia el vigor de los caballos, no estima los músculos del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles, que confían en su misericordia.

Ant. 3. Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

LECTURA BREVE
(Rm. 8,18-21)

Los padecimientos de esta vida presente tengo por cierto que no son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros. La creación entera está en expectación, suspirando por esa manifestación glorioso de los hijos de Dios; porque las creaturas todas quedaron sometidas al desorden, no porque a ellos tendiesen de suyo, sino por culpa del hombre que las sometió. Y abrigan la esperanza de quedar ellas, a su vez, libres de la esclavitud de la corrupción, para tomar parte en la libertad gloriosa que han de recibir los hijos de Dios.

RESPONSORIO BREVE

V. Velando medito en ti, Señor.
R. Velando medito en ti, Señor.
V. Porque fuiste mi auxilio.
R. Medito en ti, Señor.
V. Gloria al Padre. Y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Velando medito en ti, Señor.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. Anuncia, Señor, la salvación de tu pueblo y perdónanos nuestros pecados.

PRECES

Invoquemos a Dios, de quien viene la salvación para su pueblo, diciendo:

Tú que eres nuestra vida, escúchanos, Señor.

- Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, porque en tu gran misericordia nos has hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.
- Tú que, en Cristo, renovaste al hombre, creado a imagen suya, haz que reproduzcamos la imagen de tu Hijo.
- Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la envidia, tu Espíritu de amor. Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los hambrientos, alegría a los triste, a todos la gracia y la salvación.

Se pueden añadir algunas intenciones libres

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto nos atrevemos a decir: Padre nuestro...

ORACION

Concédenos, señor, acoger siempre el anuncio de la salvación para que, libres de temor, arrancados de la mano de los enemigos te sirvamos, con santidad y justicia, todos nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

 

Vísperas

Oración de la tarde

SALUDO INICIAL

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

  • HIMNO

  • SALMODIA

Ant. 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Salmo 143 (I)

Bendito el Señor, mi roca, que adiestra mis manos para el combate,
mis dedos para la pelea; mi bienhechor, mi alcázar,
baluarte donde me pongo a salvo,
mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.
Señor, ¿Qué es el hombre para que te fijes en él?
¿Qué los hijos de Adán para que pienses en ellos?
El hombre es igual que un soplo; sus días, como una sombra que pasa.
Señor, inclina tu cielo y desciende, toca los montes, y echarán humo,
fulmina el rayo y dispérsalos, dispara tus saetas y desbarátalos.

Extiende la mano desde arriba: defiéndeme, líbrame de las aguas caudalosas,
de la mano de los extranjeros, cuya boca dice falsedades,
cuya diestra jura en falso.

Ant. 1. Tú eres, Señor, mi bienhechor, y mi refugio donde me pongo a salvo.

Ant. 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el señor.

(II)

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo,
tocaré para ti el arpa de diez cuerdas:
para ti que das la victoria a los reyes,
y salvas a David, tu siervo.

Defiéndeme de la espada cruel, sálvame de las manos de extranjeros,
cuya boca dice falsedades, cuya diestra jura en falso.
Sean nuestros hijos un plantío, crecidos desde su adolescencia;
nuestras hijas sean columnas talladas, estructura de un templo.
Que nuestros silos estén repletos de frutos de toda especie;
que nuestros rebaños a millares se multipliquen en las praderas,
y nuestros bueyes vengan cargados, que no haya brechas ni aberturas,
ni alarma en nuestras plazas.
Dichoso el pueblo que esto tiene,
dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor.

Ant. 2. Dichoso el pueblo cuyo Dios es el señor.

Ant. 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

Cántico
Ap. 11, 17-18; 12, 10b-12ª

Gracias te damos, Señor Dios omnipotente, el que eres y el que eras,
porque has asumido el gran poder y comenzaste a reinar.
Se encolerizaron las naciones, llegó tu cólera,
y el tiempo de que sean juzgados los muertos,
y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos
y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes,
y de arruinar a los que arruinaron la tierra.

Ahora se estableció la salud y el poderío, y el reinado de nuestro Dios,
y la potestad de su Cristo;
porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos,
el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche.
Ellos le vencieron en virtud de la sangre del Cordero
y por la palabra del testimonio que dieron,
y no amaron tanto su vida que temieran la muerte.
Por esto, estad alegres, cielos, y los que moráis en sus tiendas.

Ant. 3. Ahora se estableció la salud y el reinado de nuestro Dios.

LECTURA BREVE
(Col. 1,23)

Perseverad firmemente fundados e inconmovibles en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que habéis oído, que ha sido predicado a toda creatura bajo los cielos.

RESPONSORIO BREVE

V. El Señor es mi pastor, nada me falta.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.
V. En verdes praderas me hace recostar.
R. Nada me falta.
V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. El Señor es mi pastor, nada me falta.

CÁNTICO EVANGÉLICO

Ant. A los que tienen hambre de ser justos el Señor los colma de bienes.

PRECES

Invoquemos a Cristo, luz del mundo y alegría de todo ser viviente, y digámosle confiados:

Señor, danos tu luz, la salvación y la paz.

- Luz indeficiente y palabra eterna del Padre, tú que has venido a salvar a los hombre, ilumina a los catecúmenos de la Iglesia con la luz de tu verdad.
- No lleves cuenta de nuestros delitos, Señor, pues de ti precede el perdón.
- Señor, tú que has querido que la inteligencia del hombre investigara los secretos de la naturaleza, haz que la ciencia y las artes contribuyan a tu gloria y al bienestar de todos los hombres.
- Protege, Señor, a los que se han consagrado en el mundo al servicio de sus hermanos; que con libertad de espíritu y sin desánimo puedan realizar su ideal.

Se pueden añadir algunas intenciones libres.

Señor, tú que abres y nadie puede cerrar, ilumina a nuestros difuntos que yacen en tiniebla y en sombra de muerte, ábreles las puertas de tu reino.
Porque todos nos sabemos hermanos, hijos de un mismo Dios, confiadamente no atrevemos a decir: Padre nuestro.

ORACION

Acoge benigno, Señor, nuestra súplica vespertina y haz que, siguiendo las huellas de tu Hijo, fructifiquemos con perseverancia en buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

CONCLUSIÓN

V. EL Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.