La oración del Rosario
Una historia sobre la escucha del Señor ante las súplicas de sus hijos
Juan Alva estaba cansado cuando abordó
su avión que lo conduciría finalmente a casa esa noche en
1991. La semana había sido larga y dura, llena de reuniones y seminarios,
y ahora lo única que deseaba era poder llegar a casa y descansar.
Conforme más pasajeros abordaban
el avión, el ambiente se llenaba de voces y de risas. De pronto,
la gente se calló. Juan giró su cabeza hacia el lado derecho
para ver que estaba pasando y se quedó con la boca abierta. Dos
pequeñas religiosas que vestían simplemente hábitos
de color blanco y bordados con una cinta azul caminaban por el pasadizo
en dirección a Él. Juan reconoció la cara familiar
de una de ellas, la piel frágil y arrugada y esa mirada intensa
pero a la vez dulce que brotaba de sus ojos pequeños. Esa fue la
cara que él había visto en periódicos y en revistas.
Las dos religiosas se detuvieron y Jim comprendió que su compañera
de vuelo iba a ser nada menos que la Madre Teresa de Calcuta.
Cuando todos los pasajeros estaban sentados
y con los cinturones de seguridad puestos, la Madre Teresa y la religiosa
que la acompañaba sacaron sus rosarios. Juan observó que
cada una de las cuentas tenía un color diferente. La Madre Teresa,
al percatarse de la observación de Juan, le explicó que
cada una de esas cuentas representaban las carencias de la humanidad.
Luego agregó: "Yo rezo por el pobre y el moribundo de cada
continente".
El avión despegó y las dos
mujeres empezaron a rezar; sus voces eran como un suave murmullo. Juan
se consideraba como un hombre no muy religioso ni mucho menos católico.
De joven frecuentaba el templo cercano a su barrio, pero más que
todo lo hacía por hábito. Para el tiempo en que ellas terminaron
de decir la oración final, el avión había alcanzado
la altitud estimada.
La Madre Teresa se volvió hacia
él. Por primera vez en su vida, Juan entendió que es lo
que la gente quiere decir cuando hablan de una persona que posee un "aura".
Mientras ella lo miraba, un sentimiento de paz lo invadió; él
no podía ver nada más que el cielo y las nubes, pero lo
sentía. De pronto le preguntó dulcemente:
- "Joven, ¿usted reza el Rosario
a menudo?".
- No, no realmente, admitió, Él.
Ella tomó sus manos y sonriéndole
colocó su rosario en su palma. Y le dijo:
- "Bueno ahora usted lo hará".
Una hora después, Juan se encontraba
con su esposa Ruth saliendo del aeropuerto. Al observar el Rosario en
su mano, Ruth le preguntó que era lo que había pasado. Juan
abrazó a su esposa y le contó su encuentro con la Madre
Teresa. Manejando a casa le dijo:
- "Siento como si en verdad me hubiera
encontrado con una verdadera hermana de Dios".
Nueve meses después, Juan y Ruth
visitaron a Claudia, amiga íntima suya desde hace muchos años.
Claudia les confesó que le habían diagnosticado cáncer
de ovario.
- "Los médicos dicen que este
es un caso difícil pero yo pelearé hasta lo último.
No me rendiré", sostuvo.
Juan pensó por unos minutos y tras
buscar en su bolsillo, gentilmente acarició las cuentas del Rosario
de la Madre Teresa. Le contó la historia a Claudia y le dijo:
- "Conserva esto contigo. Te podría
ayudar".
- "Gracias. Espero algún día
retornártelo".
Más de un año pasó
antes que Juan viera a Claudia de nuevo. En esta oportunidad, ella corrió
hacia él cargando el rosario, y le dijo. "Lo llevé
todo el año, rezando cada día. Me han operado y también
me he sometido a un tratamiento de quimioterapia. El mes pasado, los doctores
me hicieron una segunda cirugía y el tumor desapareció completamente.
Sabía que era tiempo de devolverte el rosario".
En el otoño de 1987, la hermana
de Ruth, Liz, entró en una fuerte depresión luego de su
divorcio. Le preguntó a Juan si podría prestarle el Rosario
y cuando él se lo envió, ella lo cargó siempre en
su bolso.
"Esa noche lo sostuve entre mis manos
y empecé a rezar. Jamás lo había hecho antes. Me
sentía muy sola y con miedo. Pero cuando terminé, sentí
como si tuviera conmigo una mano amorosa". Gradualmente Liz salió
adelante y retornó el rosario. Alguien más lo debe necesitar.
Es, pues, la sintonía con Dios Padre
que fortalece el corazón y el espíritu humano a través
del rezo del Rosario.
La vida de Juan ha cambiado. Desde aquel encuentro inesperado en el avión. Cuando el observó que la Madre Teresa sólo traía una pequeña maleta, hizo el esfuerzo por simplificar su vida. "Intento recordar lo que realmente cuenta y sobre todo acudo con más frecuencia a la oración".

