TERCERA PARTE

La Evangelización en la Iglesia de América Latina.

Comunión y Participación

Dios nos llama en América Latina a una vida en Cristo Jesús. Urge anunciarla a todos los hermanos. La Iglesia evangelizadora tiene esta misión: Predicar la conversión, liberar al hombre e impulsarlo hacia el misterio de comunión con la Trinidad y de comunión con todos los hermanos, transformándolos en agentes y cooperadores del designio de Dios.

¿Cómo debe la Iglesia vivir su misión?

(Puebla, Conclusiones 563)

Cada bautizado se siente atraído por el Espíritu de Amor, quien le impulsa a salir de sí mismo, a abrirse a los hermanos y a vivir en comunidad. En la unión entre nosotros se hace presente el Señor Jesús Resucitado que celebra su Pascua en América Latina.

(Puebla, Conclusiones 564)

Veamos cómo el don maravilloso de la vida nueva se realiza de modo excelente en cada Iglesia particular y también, de manera creciente en la familia, en pequeñas comunidades y en las parroquias. Desde estos centros de evangelización, el Pueblo de Dios en la historia, por el dinamismo del Espíritu y la participación de los cristianos, va creciendo en gracia y santidad. En su seno surgen carismas y servicios. ¿Cómo se diversifican entre sí y se integran en la vida eclesial los ministros jerárquicos, las mujeres y hombres consagrados por el Señor y, en fin, todos los miembros del Pueblo de Dios en su misión evangelizadora?

(Puebla, Conclusiones 565)

Los bautizados ¿por qué medios actúan? La acción del Espíritu se expresa en la oración y al escuchar la Palabra de Dios, se profundiza en la catequesis, se celebra la liturgia, se testimonia en la vida, se comunica en la educación y se comparte en el diálogo que busca ofrecer a todos los hermanos la vida nueva que, sin mérito de nuestra parte, recibimos en la Iglesia como operarios de la primera hora.

COMPRENDE:

Capítulo I: Centros de comunión y participación.

Capítulo II: Agentes de comunión y participación.

Capítulo III: Medios de comunión y participación.

Capítulo IV: Diálogo para la comunión y participación.

(Puebla, Conclusiones 566)

Capítulo I
Centros de comunión y participación

El misterio de la Iglesia como comunidad fraterna de caridad teologal, fruto del encuentro de la Palabra de Dios y de la celebración del Misterio Pascual de Cristo Salvador en la Eucaristía y en los demás sacramentos, confiada al Colegio Apostólico, presidido por Pedro para evangelizar al mundo, logra su arraigo y tiende a desarrollar su dinamismo transformador de la vida humana, tanto personal como social, en diversos niveles y circunstancias que constituyen centros o lugares preferenciales de evangelización, en orden a edificar la Iglesia y a su irradiación misionera.

CONTENIDO:

1. La familia.

2. Las Comunidades Eclesiales de Base (CEB), la Parroquia y la Iglesia particular.

(Puebla, Conclusiones 567)

1. La familia

La familia latinoamericana, para llegar a ser realmente centro de comunión y participación, debe encontrar caminos de renovación interna y de comunión con la Iglesia y el mundo.

(Puebla, Conclusiones 568)

Nos complace abordar el tema de la familia como sujeto y objeto de evangelización. Conscientes de su complejidad, pero obedientes a la voz del Señor, hecha presente por la palabra del Santo Padre en su homilía sobre la familia (Puebla, 28 de enero 1979), deseamos, unidos a su inquietud, ayudarla a ser fiel a su misión evangelizadora en esta hora.

(Puebla, Conclusiones 569)

La familia, sujeto y objeto de Evangelización, centro evangelizador de comunión y participación

1.1. Introducción

En el gran sentido de familia que tienen nuestros pueblos, los Padres de la Conferencia de Medellín vieron un rasgo primordial de la cultura latinoamericana. «Pasados diez años, la Iglesia en América Latina se siente feliz por todo lo que ha podido realizar en favor de la familia. Pero reconoce con humildad cuánto le falta por hacer, mientras que percibe que la Pastoral Familiar, lejos de haber perdido su carácter prioritario, aparece hoy todavía más urgente, como elemento muy importante de la Evangelización».

(Puebla, Conclusiones 570)

1.2. Situación de la familia en América Latina

La familia es una de las instituciones en que más ha influido el proceso de cambio de los últimos tiempos. La Iglesia es consciente- nos ha recordado el Papa- de que en la familia «repercuten los resultados más negativos del subdesarrollo: índices verdaderamente deprimentes de insalubridad, pobreza y aun miseria, ignorancia y analfabetismo, condiciones inhumanas de vivienda, sub -alimentación crónica y tantas otras realidades no menos tristes» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 3: AAS 71 p. 184).

(Puebla, Conclusiones 571)

Es preciso reconocer además que la realidad de la familia no es ya uniforme, pues en cada familia influyen de manera diferente- independientemente de la clase social-, factores ligados al cambio, a saber: factores sociológicos (injusticia social, principalmente); culturales (calidad de vida); políticos (dominación y manipulación); económicos (salarios, desempleo, pluriempleo); religiosos (influencia secularista), entre muchos otros.

(Puebla, Conclusiones 572)

La familia aparece también como víctima de quienes convierten en ídolos el poder, la riqueza y el sexo. A esto contribuyen las estructuras injustas, sobre todo los medios de comunicación, no sólo con sus mensajes de sexo, lucro, violencia, poder, ostentación, sino también destacando lo que contribuye a propagar el divorcio, la infidelidad conyugal y el aborto o la aceptación del amor libre y de las relaciones pre -matrimoniales.

(Puebla, Conclusiones 573)

No pocas veces, la desorientación de las conciencias se debe a la falta de unidad de criterios entre sacerdotes en la aceptación y aplicación de la doctrina pontificia acerca de importantes aspectos de la moral familiar y social.

(Puebla, Conclusiones 574)

La familia rural y la suburbana sufren particularmente los efectos de los compromisos internacionales de los gobiernos por lo que hace a planeación familiar, extendida como imposición antinatalista y a experimentaciones que no tienen en cuenta la dignidad de la persona ni el auténtico desarrollo de los pueblos.

(Puebla, Conclusiones 575)

En estos sectores populares, la crónica y generalizada situación de desempleo afecta la estabilidad familiar, ya que la necesidad de trabajo obliga a la emigración, al ausentismo de los padres, a la dispersión de los hijos.

(Puebla, Conclusiones 576)

En todos los niveles sociales, la familia sufre también el impacto deletéreo de la pornografía, el alcoholismo, las drogas, la prostitución y la trata de blancas, así como el problema de las madres solteras y de los niños abandonados. Ante el fracaso de los anticonceptivos químicos y mecánicos, se ha pasado a la esterilización humana y al aborto provocado, para lo cual se emplean insidiosas campañas.

(Puebla, Conclusiones 577)

Urge un diligente cuidado pastoral para evitar los males provenientes de la falta de educación en el amor, la falta de preparación al matrimonio, el descuido de la evangelización de la familia y de la formación de los esposos para la paternidad responsable. Además, no podemos desconocer que un gran número de familias de nuestro Continente no ha recibido el sacramento del matrimonio. Muchas de estas familias, no obstante, viven en cierta unidad, fidelidad y responsabilidad. Esta situación plantea interrogantes teológicos y exige un adecuado acompañamiento pastoral.

(Puebla, Conclusiones 578)

A la inversa, es satisfactorio comprobar que, cada día son más los cristianos que procuran vivir su fe en y desde el seno familiar, dando un valioso testimonio evangélico y aun educando con dignidad una familia razonablemente numerosa. Son también muchos los novios que se preparan con seriedad al matrimonio y tratan de dar a su celebración un verdadero sentido cristiano. Se nota, además, el empeño por vigorizar y adecuar la pastoral familiar a los desafíos y circunstancias de la vida moderna.

(Puebla, Conclusiones 579)

En todos los países han surgido iniciativas interesantes orientadas a fortalecer los valores y la espiritualidad de la familia como Iglesia doméstica, en participación y compromiso con la Iglesia particular. En todo eso aparece el fruto de la acción callada y constante de los movimientos cristianos en favor de la familia.

(Puebla, Conclusiones 580)

Podemos visitar en toda América Latina «casas donde no falta el pan y el bienestar, pero falta quizás concordia y alegría; casas donde las familias viven más bien modestamente y en la inseguridad del mañana, ayudándose mutuamente a llevar una existencia difícil, pero digna; pobres habitaciones en las periferias de vuestras ciudades, donde hay mucho sufrimiento escondido aunque en medio de ellas existe la sencilla alegría de los pobres; humildes chozas de campesinos, de indígenas, de emigrantes, etc.» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 4: AAS 71 p. 186). Concluiremos subrayando que los mismos hechos que acusan la desintegración de la familia, «terminan por poner de manifiesto, de diversos modos, la auténtica índole de esa institución»- (GS 47)- «que no fue abolida ni por la pena del pecado original ni por el castigo del diluvio» (Liturgia del Matrimonio), pero que sigue padeciendo por la dureza del corazón humano.

(Puebla, Conclusiones 581)

1.3. Reflexión teologica sobre la familia

La familia es imagen de Dios que «en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 2: AAS 71 p. 184). Es una alianza de personas a las que se llega por vocación amorosa del Padre que invita a los esposos a una «íntima comunidad de vida y de amor» (GS 48), cuyo modelo es el amor de Cristo a su Iglesia. La ley del amor conyugal es comunión y participación, no dominación. Es exclusiva, irrevocable y fecunda entrega a la persona amada sin perder la propia identidad. Un amor así entendido, en su rica realidad sacramental es más que un contrato; tiene las características de la Alianza.

(Puebla, Conclusiones 582)

La pareja santificada por el sacramento del matrimonio es un testimonio de presencia pascual del Señor. La familia cristiana cultiva el espíritu de amor y de servicio. Cuatro relaciones fundamentales de la persona encuentran su pleno desarrollo en la vida de la familia: paternidad, filiación, hermandad, nupcialidad. Estas mismas relaciones componen la vida de la Iglesia: experiencia de Dios como Padre, experiencia de Cristo como hermano, experiencia de hijos en, con y por el Hijo, experiencia de Cristo como esposo de la Iglesia. La vida en familia reproduce estas cuatro experiencias fundamentales y las participa en pequeño; son cuatro rostros del amor humano.

(Puebla, Conclusiones 583)

Cristo, al nacer, asumió la condición de los niños: nació pobre y sometido a sus padres. Todo niño- imagen de Jesús que nace- debe ser acogido con cariño y bondad. Al transmitir la vida a un hijo, el amor conyugal produce una persona nueva, singular, única e irrepetible. Allí empieza para los padres el ministerio de evangelización. En él deben fundar su paternidad responsable: en las circunstancias sociales, económicas, culturales, demográficas en que vivimos, ¿son los esposos capaces de educar y evangelizar en nombre de Cristo a un hijo más? La respuesta de los padres sensatos será el fruto del recto discernimiento y no de la ajena opinión de las personas, de la moda o de los impulsos. Así el instinto y el capricho, cederán lugar a la disciplina consciente y libre de la sexualidad, por amor a Cristo, cuyo rostro aparece en el rostro del niño que se desea y se trae libremente a la vida.

(Puebla, Conclusiones 584)

La lenta y gozosa educación de la familia representa siempre un sacrificio, recuerdo de la cruz redentora. Pero la felicidad íntima que comunica a los padres, recuerda también la resurrección. En este espíritu de pascua los padres evangelizan a sus hijos y son por ellos evangelizados. El reconocimiento de las faltas y la sincera manifestación del perdón, son elementos de conversión permanente y de permanente resurrección. El ambiente de pascua florece en la vida cristiana entera y se convierte en profetismo, al contacto con la divina Palabra. Pero evangelizar no es sólo leer la Biblia, sino desde ella, darse una palabra de admiración, de consuelo, de corrección, de luz, de seguridad.

(Puebla, Conclusiones 585)

La estabilidad en la relación de padres e hijos es comunicativa. Cuando las demás familias ven cómo se aman, nace el deseo y la práctica de un amor que vincula a las familias entre sí, como signo de la unidad del género humano. Allí crece la Iglesia mediante la integración de las familias por el bautismo, que a todos hace hermanos. Donde la catequesis robustece la fe, todos se enriquecen con el testimonio de las virtudes cristianas. Un ambiente sano de vinculación de familias es lugar único de nutrición, fortalecimiento físico y mental para los hijos, en sus primeros años. Los padres son allí maestros, catequistas y los primeros ministros de la oración y del culto a Dios. Se renueva la imagen de Nazaret: «Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2, 52).

(Puebla, Conclusiones 586)

Para que funcione bien, la sociedad requiere las mismas exigencias del hogar: formar personas conscientes, unidas en comunidad de fraternidad para fomentar el desarrollo común. La oración, el trabajo y la actividad educadora de la familia, como célula social, deben, pues, orientarse a trocar la estructuras injustas, por la comunión y participación entre los hombres y por la celebración de la fe en la vida cotidiana. «En la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta personal y social» (EN 29), la familia sabe leer y vivir el mensaje explícito sobre los derechos y deberes de la vida familiar. Por eso, denuncia y anuncia, se compromete en el cambio del mundo en sentido cristiano y contribuye al progreso, a la vida comunitaria, al ejercicio de la justicia distributiva, a la paz.

(Puebla, Conclusiones 587)

En la Eucaristía la familia encuentra su plenitud de comunión y participación. Se prepara por el deseo y la búsqueda del Reino, purificando el alma de todo lo que aparta de Dios. En actitud oferente, ejerce el sacerdocio común y participa de la Eucaristía para prolongarla en la vida por el diálogo en que comparte la palabra, las inquietudes, los planes, profundizando así la comunión familiar. Vivir la Eucaristía es reconocer y compartir los dones que por Cristo recibimos del Espíritu Santo. Es aceptar la acogida que nos brindan los demás y dejarlos entrar en nosotros mismos. Vuelve a surgir el espíritu de la Alianza: es dejar que Dios entre en nuestra vida y se sirva de ella según su voluntad. Aparece, entonces, en el centro de la vida familiar la imagen fuerte y suave de Cristo, muerto y resucitado.

(Puebla, Conclusiones 588)

De allí surgirá la misión de la familia. Esta Iglesia doméstica, convertida por la fuerza liberadora del Evangelio en «escuela del más rico humanismo» (GS 52), sabiéndose peregrina con Cristo y comprometida con él al servicio de la Iglesia particular, se lanza hacia el futuro, dispuesta a superar las falacias del racionalismo y de la sabiduría mundana que desorienta al hombre moderno. Viendo y actuando sobre la realidad, como Dios la ve y la gobierna, busca mayor fidelidad al Señor, para no adorar ídolos, sino al Dios vivo del amor.

(Puebla, Conclusiones 589)

1.4. Opciones pastorales

Opción básica: Teniendo en cuenta las enseñanzas de Medellín, de Pablo VI y el reciente magisterio de Juan Pablo II acerca de la familia: «Haced todos los esfuerzos para que haya una pastoral de la familia. Atended a campo tan prioritario con la certeza de que la evangelización en el futuro depende en gran parte de la" iglesia doméstica"» (Juan Pablo II, Discurso inaugural IV a: AAS 71 p. 204), ratificamos la prioridad de la pastoral familiar dentro de la Pastoral orgánica de América Latina.

Proponemos un esquema elemental de Pastoral Familiar:

(Puebla, Conclusiones 590)

a) La Pastoral Familiar se inserta admirablemente en la pastoral de toda la Iglesia: es evangelizadora, profética y liberadora.

(Puebla, Conclusiones 591)

- Anuncia el Evangelio del amor conyugal y familiar como experiencia pascual vivida en la Eucaristía.

(Puebla, Conclusiones 592)

- Denuncia las falacias y corruptelas que impiden o ensombrecen el Evangelio del amor conyugal y familiar.

(Puebla, Conclusiones 593)

- Busca caminos para que las parejas y las familias puedan avanzar en su vocación al amor y en su misión de formar personas, educar en la fe, contribuir al desarrollo. En los casos tan frecuentes de familias incompletas, se han de buscar caminos pastorales para su adecuada atención.

(Puebla, Conclusiones 594)

- Acoge a las parejas y familias, cualquiera sea la situación concreta de cada una, y las acompaña con paso de Buen Pastor que comprende su debilidad al ritmo de su pobreza humana y de su ignorancia.

(Puebla, Conclusiones 595)

b) Son agentes de esta Pastoral quienes se comprometen a vivir el Evangelio de la familia y promueven pequeñas o amplias comunidades eclesiales familiares.

c) Desarrollan la Pastoral Familiar:

(Puebla, Conclusiones 596)

- En los momentos cargados de gracia salvífica que acontecen en las parejas y en las familias: noviazgo, desposorio, boda, paternidad y educación de los hijos, aniversarios, bautismos, primeras Comuniones, fiestas y celebraciones familiares, sin excluir crisis de la convivencia familiar, momentos de dolor como la enfermedad y la muerte.

(Puebla, Conclusiones 597)

- Está íntimamente relacionada con la Pastoral Social en:

- el trabajo por la creación de estructuras y ambientes que hagan posible la vida en familia;

- en la recreación, procurando ambientes seguros y constructivos para los hijos y para todos los jóvenes;

- en la cultura, comunicando valores recibidos de la historia familiar y de la historia local;

- en el apostolado, vinculándose en comunidades en íntima relación con la Jerarquía y en compromiso con la Iglesia particular.

(Puebla, Conclusiones 598)

d) Partiendo de la Palabra, ofrece principios y pautas para la acción: Preferencia de «ser más», sobre la tendencia de tener, poder, saber «más», sin servir más. Dar más que recibir.

(Puebla, Conclusiones 599)

e) La Pastoral Familiar se desarrolla:

- En ambientes de confianza en la verdad.

- En la integración de los valores naturales de la familia con la fe.

- Con discernimiento cristiano de las circunstancias para la toma de decisiones.

(Puebla, Conclusiones 600)

Líneas de acción

a) Enriquecer y sistematizar la teología de la familia para facilitar su conocimiento y profundización como «Iglesia doméstica», con el fin de iluminar las nuevas situaciones de las familias latinoamericanas.

(Puebla, Conclusiones 601)

b) Afirmar que en toda pastoral familiar deberá considerarse a la familia como sujeto y agente insustituible de evangelización y como base de la comunión de la sociedad.

(Puebla, Conclusiones 602)

c) Promover en el seno de las familias un profundo espíritu de comunión entre sus miembros, con expresiones de apertura y generoso servicio mutuo, procurando así la realización de la Buena Nueva.

(Puebla, Conclusiones 603)

d) Recalcar la necesidad de una educación de todos los miembros de la familia en la justicia y en el amor, de tal manera que puedan ser agentes responsables, solidarios y eficaces para promover soluciones cristianas de la compleja problemática social latinoamericana.

(Puebla, Conclusiones 604)

e) Considerar la catequesis pre -sacramental y su celebración litúrgica como momentos privilegiados para el anuncio y respuesta al Evangelio del amor conyugal y familiar.

(Puebla, Conclusiones 605)

f) Procurar, como parte importante de la educación progresiva en el amor, la educación sexual que debe ser oportuna e integral y que hará descubrir la belleza del amor y el valor humano del sexo.

(Puebla, Conclusiones 606)

g) Acompañar a los esposos para ayudarlos a crecer en la fe y a profundizar en el misterio del matrimonio cristiano. Así les ayudará a ser felices, enseñándoles a cultivar el amor, entrar en diálogo, tener delicadezas y atenciones; a centrar en el hogar todos los intereses de la vida.

(Puebla, Conclusiones 607)

h) Atender, en una actitud pastoral profundamente evangélica, al sentido problema de las uniones matrimoniales de facto, de las familias incompletas, con un profundo espíritu de comprensiva prudencia.

(Puebla, Conclusiones 608)

i) Educar preferentemente a los esposos para una paternidad responsable que los capacite no sólo para una honesta regulación de la fecundidad y para incrementar el gozo de su complementariedad, sino también para hacerles buenos formadores de sus hijos.

(Puebla, Conclusiones 609)

j) Proporcionar a las familias, ante las campañas antinatalistas de origen gubernamental o promovidas desde otros países, suficientes conocimientos sobre los múltiples efectos negativos de las técnicas imperantes en las filosofías neomaltusianas y proceder a aplicar integralmente las normas éticas clara y repetidamente anunciadas por el Magisterio.

(Puebla, Conclusiones 610)

Para lograr una honesta regulación de la fecundidad, se requiere promover la existencia de centros en donde se enseñen científicamente los métodos naturales por parte de personal calificado. Esta alternativa humanista evita los males éticos y sociales de la anticoncepción y la esterilización, que históricamente han sido pasos previos a la legalización del aborto.

(Puebla, Conclusiones 611)

k) No circunscribir la pastoral para el respeto del derecho básico de la vida al crimen abominable del aborto, sino extenderla a la defensa de la integridad y la salud en los demás momentos y circunstancias de la existencia humana.

(Puebla, Conclusiones 612)

l) Seguir fielmente esta recomendación: «En defensa de la familia... la Iglesia se compromete a dar su ayuda e invita a los Gobiernos para que pongan como punto clave de su acción una política sociofamiliar inteligente, audaz, perseverante, reconociendo que ahí se encuentra sin duda el porvenir- la esperanza- del Continente» (Juan Pablo II, Homilía en Puebla 3: AAS 71 p. 185).

(Puebla, Conclusiones 613)

m) Impartir, tanto en los Seminarios como en los Institutos Religiosos y otros Centros, una suficiente formación en Pastoral Familiar y, posteriormente, en la formación permanente de los sacerdotes y demás agentes de la evangelización.

(Puebla, Conclusiones 614)

n) Promover y fortalecer los movimientos y formas del apostolado familiar, respetando sus propios carismas dentro de la Pastoral de Conjunto.

(Puebla, Conclusiones 615)

o) Crear o vitalizar, para asegurar el éxito de estas líneas de acción, Centros de Coordinación diocesana, nacional y latinoamericana para la Pastoral Familiar con participación de los padres de familia.

(Puebla, Conclusiones 616)

2. Comunidades Eclesiales de Base, Parroquia, Iglesia particular

Además de la familia cristiana, primer centro de evangelización, el hombre vive su vocación fraterna en el seno de la Iglesia particular, en comunidades que hacen presente y operante el designio salvífico del Señor, vivido en comunión y participación.

Así, dentro de la Iglesia particular, hay que considerar las parroquias, las Comunidades Eclesiales de Base y otros grupos eclesiales.

(Puebla, Conclusiones 617)

La Iglesia es el Pueblo de Dios que expresa su vida de comunión y servicio evangelizador en diversos niveles y bajo diversas formas históricas.

(Puebla, Conclusiones 618)

2.1. Situación

En general: En nuestra Iglesia de América Latina hay grande anhelo de relaciones más profundas y estables en la fe, sostenidas y animadas por la Palabra de Dios. Se ha intensificado la oración en común y el esfuerzo del pueblo por participar más consciente y fructuosamente en la liturgia. (Puebla, Conclusiones 619)

Comprobamos un crecimiento en la corresponsabilidad de los fieles, tanto en la organización como en la acción pastoral.

(Puebla, Conclusiones 620)

Hay conciencia y ejercicio más amplios de los derechos y deberes que competen a los laicos como miembros de la comunidad.

(Puebla, Conclusiones 621)

Se percibe un gran anhelo de justicia y un sincero sentido de solidaridad, en un ambiente social caracterizado por el avance del secularismo y los demás fenómenos propios de una sociedad en transformación.

(Puebla, Conclusiones 622)

La Iglesia, poco a poco, se ha ido desligando de quienes detentan el poder económico o político, liberándose de dependencias y prescindiendo de privilegios.

(Puebla, Conclusiones 623)

La Iglesia en América Latina quiere seguir dando un testimonio de servicio desinteresado y abnegado, frente a un mundo dominado por el afán de lucro, por el ansia de poder y por la explotación.

(Puebla, Conclusiones 624)

En la línea de una mayor participación, surgen ministerios ordenados, como el diaconado permanente; no ordenados y otros servicios, como celebradores de la Palabra, animadores de comunidades. Se advierte también mejor colaboración entre sacerdotes, religiosos y laicos.

(Puebla, Conclusiones 625)

Se manifiesta más claramente en nuestras comunidades como fruto del Espíritu Santo, un nuevo estilo de relaciones entre Obispos y Presbíteros y de ellos con su pueblo, caracterizadas por mayor sencillez, comprensión y amistad en el Señor.

(Puebla, Conclusiones 626)

Todo esto es un proceso en el cual aún hay sectores amplios que presentan alguna resistencia y que requieren comprensión y estímulo, así como una gran docilidad al Espíritu Santo. Se necesita todavía mayor apertura del clero a la acción de los laicos, superación del individualismo pastoral y de autosuficiencia. Por otra parte, el influjo del ambiente secularizado ha producido, a veces, tendencias centrífugas respecto de la comunidad y pérdida del auténtico sentido eclesial.

(Puebla, Conclusiones 627)

No se han encontrado siempre los medios eficaces para superar la escasa educación en la fe de nuestro pueblo, que permanece indefenso ante la difusión de doctrinas teológicas inseguras, frente al proselitismo sectario y a movimientos pseudo -espirituales.

(Puebla, Conclusiones 628)

En particular

Se comprueba que las pequeñas comunidades, sobre todo las Comunidades Eclesiales de Base crean mayor interrelación personal, aceptación de la Palabra de Dios, revisión de vida y reflexión sobre la realidad, a la luz del Evangelio; se acentúa el compromiso con la familia, con el trabajo, el barrio y la comunidad local. Señalamos con alegría, como importante hecho eclesial particularmente nuestro y como «esperanza de la Iglesia» (EN 58), la multiplicación de pequeñas comunidades. Esta expresión eclesial se advierte más en la periferia de las grandes ciudades y en el campo. Son ambiente propicio para el surgimiento de los nuevos servicios laicales. En ellas se ha difundido mucho la catequesis familiar y la educación de la fe de los adultos, en formas más adecuadas al pueblo sencillo.

(Puebla, Conclusiones 629)

Sin embargo, no se ha prestado suficiente atención a la formación de líderes educadores en la fe y cristianos responsables en los organismos intermedios del barrio, del mundo obrero y campesino. No han faltado, quizá por eso, miembros de comunidad o comunidades enteras que, atraídos por instituciones puramente laicas o radicalizadas ideológicamente, van perdiendo el sentido auténtico eclesial.

(Puebla, Conclusiones 630)

La parroquia va logrando diversas formas de renovación, adecuadas a los cambios de estos últimos años. Hay cambio de mentalidad entre los pastores; se llama a los laicos para los consejos de pastoral y demás servicios; constante actualización de la catequesis, presencia mayor del presbítero en el seno del pueblo, principalmente por medio de una red de grupos y comunidades.

(Puebla, Conclusiones 631)

En la línea de la Evangelización, la parroquia presenta una doble relación de comunicación y comunión pastoral: a nivel diocesano se integran las parroquias en zonas, vicarías, decanatos; al interior de sí misma, se diversifica la pastoral según los distintos sectores y se abre a la creación de comunidades menores.

(Puebla, Conclusiones 632)

Con todo, subsisten aún actitudes que obstaculizan este dinamismo de renovación: primacía de lo administrativo sobre lo pastoral, rutina, falta de preparación a los sacramentos, autoritarismo de algunos sacerdotes y encerramiento de la parroquia sobre sí misma, sin mirar a las graves urgencias apostólicas del conjunto.

(Puebla, Conclusiones 633)

En la Iglesia particular se registra un notable esfuerzo por adecuar el territorio para una mayor atención al Pueblo de Dios, por la creación de nuevas Diócesis. Hay empeño de dotar a las Iglesias de aquellos organismos que promueven la corresponsabilidad, mediante canales adecuados para el diálogo, como Consejos Presbiterales, Consejos de Pastoral, Comisiones Diocesanas, que animan una pastoral más orgánica y adaptada a la realidad peculiar de cada diócesis.

(Puebla, Conclusiones 634)

Hay también, por parte de las comunidades religiosas y de los movimientos laicales, una mayor conciencia de la necesidad de insertarse, con espíritu eclesial, en la misión de la Iglesia particular.

(Puebla, Conclusiones 635)

A nivel nacional, es notable el esfuerzo en pro de un mejor ejercicio de la colegialidad en el seno de las Conferencias Episcopales, cada día mejor organizadas y dotadas de organismos subsidiarios. Mención especial merece el desarrollo y la eficacia del servicio que el CELAM ofrece a la comunión eclesial en todo el ámbito de América Latina.

(Puebla, Conclusiones 636)

A nivel universal, se destacan las relaciones de fraterno intercambio por el envío de personal apostólico y la ayuda económica, establecidas con los episcopados de Europa y de América del Norte, con apoyo de la Pontificia Comisión para América Latina- CAL-, cuya continuación y profundización ofrecen oportunidades más amplias de participación inter -eclesial, signo notable de comunión universal.

(Puebla, Conclusiones 637)

2.2. Reflexión doctrinal

El cristiano vive en comunidad bajo la acción del Espíritu Santo, principio invisible de unidad y comunión, como también de la unidad y variedad de estados de vida, ministerios y carismas.

(Puebla, Conclusiones 638)

En su familia, Iglesia doméstica, el bautizado es llamado a la primera experiencia de comunión en la fe, en el amor y en el servicio a los demás.

(Puebla, Conclusiones 639)

En las pequeñas comunidades, sobre todo en las mejor constituidas, crece la experiencia de nuevas relaciones interpersonales en la fe, la profundización de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía, la comunión con los Pastores de la Iglesia particular y un compromiso mayor con la justicia en la realidad social de sus ambientes.

Se pregunta: ¿cuándo una pequeña comunidad puede ser considerada verdadera comunidad eclesial de base en América Latina?

(Puebla, Conclusiones 640)

Los cristianos unidos en comunidad eclesial de base, fomentando su adhesión a Cristo, procuran una vida más evangélica en el seno del pueblo, colaboran para interpelar las raíces egoístas y consumistas de la sociedad y explicitan la vocación de comunión con Dios y con sus hermanos, ofreciendo un valioso punto de partida en la construcción de una nueva sociedad, «la civilización del amor».

(Puebla, Conclusiones 642)

Las Comunidades Eclesiales de Base son expresión del amor preferente de la Iglesia por el pueblo sencillo; en ellas se expresa, valora y purifica su religiosidad y se le da posibilidad concreta de participación en la tarea eclesial y en el compromiso de transformar el mundo.

(Puebla, Conclusiones 643)

La parroquia realiza una función en cierto modo integral de Iglesia, ya que acompaña a las personas y familias a lo largo de su existencia, en la educación y en el crecimiento de su fe. Es centro de coordinación y de animación de comunidades, de grupos y movimientos. Aquí se abre más el horizonte de comunión y participación. La celebración de la Eucaristía y demás sacramentos hace presente, de modo más claro, la globalidad de la Iglesia. Su vínculo con la comunidad diocesana está asegurado por la unión con el Obispo, que confía a su representante (normalmente el párroco), la atención pastoral de la comunidad. La parroquia viene a ser para el cristiano el lugar de encuentro, de fraterna comunicación de personas y de bienes, superando las limitaciones propias de las pequeñas comunidades. En la parroquia se asumen, de hecho, una serie de servicios que no están al alcance de las comunidades menores, sobre todo en la dimensión misionera y en la promoción de la dignidad de la persona humana, llegando así a los migrantes más o menos estables, a los marginados, a los alejados, a los no creyentes y, en general, a los más necesitados.

(Puebla, Conclusiones 644)

En la Iglesia particular, formada a imagen de la Iglesia universal, se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia de Cristo que es una, santa, católica y apostólica. Es una porción del Pueblo de Dios, definida por un contexto socio -cultural más amplio, en el cual se encarna. Su primacía en el conjunto de las comunidades eclesiales se debe al hecho de estar presidida por un Obispo, dotado, en forma plena y sacramental, del triple ministerio de Cristo, cabeza del cuerpo místico, profeta, sacerdote y pastor. El Obispo es, en cada Iglesia particular, principio y fundamento de su unidad.

(Puebla, Conclusiones 645)

Por ser sucesores del los Apóstoles, los Obispos, a través de su comunión con el Colegio Episcopal y de manera especial con el Romano Pontífice, hacen presente la apostolicidad de toda la Iglesia; garantizan la fidelidad al Evangelio; realizan la comunión con la Iglesia universal y promueven la colaboración de su Presbiterio y el desarrollo del Pueblo de Dios, encomendado a sus cuidados.

(Puebla, Conclusiones 646)

Responsabilidad del Obispo será discernir los carismas y fomentar los ministerios indispensables para que la Diócesis crezca hacia su madurez, como comunidad evangelizada y evangelizadora, de tal manera que sea luz y fermento de la sociedad, sacramento de unidad y de liberación integral, apta para el intercambio con las demás Iglesias particulares, animada por el espíritu misionero, que la haga irradiar la riqueza evangélica lograda en su interior.

(Puebla, Conclusiones 647)

2.3. Líneas pastorales

Como pastores, queremos decididamente promover, orientar y acompañar las Comunidades Eclesiales de Base, según el espíritu de Medellín y los criterios de la Evangelii Nuntiandi 58; favorecer el descubrimiento y la formación gradual de animadores para ellas. Hay que buscar, en especial, cómo las pequeñas comunidades, que se multiplican sobre todo en la periferia y las zonas rurales, puedan adecuarse también a la pastoral de las grandes ciudades de nuestro Continente.

(Puebla, Conclusiones 648)

Es necesario continuar en las Parroquias el esfuerzo de renovación superando los aspectos meramente administrativos; buscando la participación mayor de los laicos, especialmente en el Consejo de Pastoral; dando prioridad a los apostolados organizados y formando a los seglares para que asuman, como cristianos, sus responsabilidades en la comunidad y en el ambiente social.

(Puebla, Conclusiones 649)

Se debe insistir en una opción más decidida por la pastoral de conjunto, especialmente con la colaboración de las comunidades religiosas, promoviendo grupos, comunidades y movimientos; animándolas en un esfuerzo constante de comunión, haciendo de la Parroquia el centro de promoción y de servicios que las comunidades menores no pueden asegurar.

(Puebla, Conclusiones 650)

Han de impulsar las experiencias para desarrollar la acción pastoral de todos los agentes en las parroquias y alentar la pastoral vocacional de los ministerios ordenados, de los servicios laicales y de la vida religiosa.

(Puebla, Conclusiones 651)

Dignos de especial reconocimiento y de una voz de aliento son los Presbíteros y demás agentes de pastoral, a quienes la comunidad diocesana debe respaldo, estímulo y solidaridad, también en lo referente a la congrua sustentación y seguridad social, dentro del espíritu de la pobreza.

(Puebla, Conclusiones 652)

Entre los Presbíteros, queremos destacar la figura del Párroco, como Pastor a semejanza de Cristo, promotor de comunión con Dios y con sus hermanos a cuyo servicio se entrega, con sus cohermanos Presbíteros en torno al Obispo; atento a discernir los signos de los tiempos con su pueblo; animador de comunidades.

(Puebla, Conclusiones 653)

En el ámbito de la Iglesia particular, procúrese asegurar constante formación y renovación de los agentes de pastoral, impulsando la espiritualidad y los cursos de capacitación mediante centros de retiro y jornadas de oración. Es urgente que las curias diocesanas lleguen a ser centros más eficaces de promoción pastoral en sus tres niveles de Catequesis, Liturgia y Servicios de justicia y de caridad, reconociendo el valor pastoral del servicio administrativo. Se debe intentar, con especial empeño, la integración de los Consejos diocesanos de Pastoral y demás organismos diocesanos que, aunque presenten algunas dificultades, son instrumentos indispensables para la planeación, implementación y acompañamiento constante de la acción pastoral en la vida de la Diócesis.

(Puebla, Conclusiones 654)

La Iglesia particular ha de poner de relieve su carácter misionero y la comunión eclesial, compartiendo valores y experiencias, así como favoreciendo el intercambio de personas y de bienes.

(Puebla, Conclusiones 655)

Por medio de sus pastores, por la colegialidad episcopal y la unión al Vicario de Cristo, la comunidad diocesana debe intensificar la estrecha comunión con el centro de unidad de la Iglesia y la aceptación leal del servicio que ofrece, por su Magisterio, en la fidelidad al Evangelio y la vivencia de la caridad. En esto se incluye la colaboración en la acción- a nivel continental- por medio del CELAM y sus programas.

(Puebla, Conclusiones 656)

Nos empeñamos para que esta colegialidad, de la que Puebla, como las dos Conferencias Generales que la precedieron, constituye un momento privilegiado, sea el signo más fuerte de credibilidad del anuncio y servicio del Evangelio, en favor de la comunión fraterna en toda América Latina.

(Puebla, Conclusiones 657)