Homilía en apertura de la Conferencia de la New Evangelization of America (NEA 2000)

Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, Arzobispo de Santo Domingo y Primado de América

Comienzo dando una cordial bienvenida a nuestra Catedral Primada de América al Eminentísimo Señor Cardenal Arzobispo de Montreal Jean Claude Turcotte, a S.E. Revma Mons. John Patrick Foley, Presidente del Pontificio Consejo de las Comunicaciones, al Excmo. Señor Obispo de Dallas, Mons. Charles V. Grahmann, y a los demás hermanos en el Episcopado que han querido acompañarmos en esta reunión de la NEA (Nueva Evangelización de América).

Saludo igualmente a todos los sacerdotes y laicos que nos acompañan, sé que son personas comprometidas con las labores de la comunicación social y tienen particular interés en que la Iglesia esté más presente en el complejo y competitivo mundo. Sean todos bienvenidos a nuestra Catedral de Santo Domingo.

Hemos escogido para nuestra celebración el texto de la misa para la Evangelización de los pueblos, porque es el mejor que se expresa y resume los motivos por los que estamos aquí reunidos.

La vocación de la Iglesia es evangeliza, como dijo Pablo VI en Evangelii Nuntiandi, N. 14: "Nosotros queremos confimar, una vez más, que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia", y añadía en seguida "una tarea y misión que los cambios amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar...".

Esta luminosa Exhortación apostólica se publicó ha casi veinticinco años y fue el fruto de las deliberaciones del Sínodo de 1974 sobre el tema de la Evangelización. Los planteamientos hechos entonces por el Papa Montini mantienen hoy toda su vigencia y actualidad, con la ventaja de que se ha continuado estudiando más profundamente el asunto en estos años y que el Santo Padre Juan Pablo II lo ha asumido como una de las tareas prioritarias de su pontificado, la promoción de la nueva evangelización de todos los pueblos.

"Vayan y hagan discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que les he mandado" (Mt. 28, 18-20).

Este fue el mandato de Jesús a los Apóstoles, los que hace partícipes de la potestad y misión que El ha recibido y los envía para que ellos continúen la tarea que había comenzado.

En el cumplimiento de esa misión no hay límites ni en el espacio, ni en el tiempo, ni en cuanto a los destinatarios, ellos deben ir a todas partes, en todas épocas, a todos los hombres y mujeres de todos los pueblos y culturas.

Naturalmente los apóstoles alcanzaron a predicar lo que les fue posible. Ellos, a su vez, tenían que confiar la misión a otros, y así en una sucesión ininterrumpida de generaciones, el mandato misionero llega hasta nosotros.

Es claro que cada época ha apelado a los recursos de que disponía, no fue igual a la evangelización de los primeros siglos, que la Edad Media, que el Renacimiento o en el siglo XX. Como tampoco será la misma en el tercer milenio.

Tarea nuestra hoy será ver cuál es la realidad del mundo presente, los grandes desafíos que no ha legado la postmodernidad, los recursos tecnológicos que la ciencias no ofrecen.

Por eso me alegro de la celebración de esta Conferencia en Santo Domingo, esta tierra fue la primera evangelizada en América a partir de 1494 y de aquí partieron las grandes embajadas misioneros para México, Centro y Sur América.

Quisiera que quinientos años después de aquellas hazañas evangelizadoras tuviésemos hoy el mismo coraje, ardor y entusiasmo con que predicaron los primeros misioneros franciscanos, dominicos, jesuitas y mercedarios.

Estando aquí un grupo de Pastores que trabajamos en varios países del Continente Americano, quiero confesar que, sin dejar de reconocer los esfuerzos notables que han hecho cohermanos nuestros en el episcopado, nuestra presencia en el campo de las comunicaciones y específicamente el uso de estos maravillosos recursos para evangelizar, ha sido a mi juicio, una presencia más bien tímida. Se está reclamando de nosotros una acción más decidida, bien pensada y coordinada.

Es lo que pretenden las Conferencias de Nueva Evangelización de América. Veo con gran esperanza que la mayor parte de los participantes son laicos, hombres, y mujeres de Iglesia, consciente de su responsabilidad como bautizados y, sin duda alguna, con mucha experiencia en el mundo de las comunicaciones.

Si logramos conciliar los diversos carismas y coordinar una acción amplia en el nuestro Continente, con la ayuda del Señor, impulsaremos una campaña evangelizadora a favor de todos nuestros pueblos.

"Es fundamental para la eficacia de la nueva evangelización un profundo conocimiento de la cultura actual, en la cual los medios de comunicación social tienen gran influencia, dice el Papa en "Ecclesia in America". Y más adelante añade que es necesario dominar el lenguaje, la naturaleza y las características de dichos medios.

Se requiere también que se preparen personas capaces de hacer producciones cualificadas, el uso prudente y acertado de satélites, Internet y nuevas tecnologías, y hay que formar a los fieles para que sean destinatarios críticos de los mismos medios.

Se refiere igualmente Juan Pablo II a la unión de esfuerzos para adquirir nuevas emisoras de radio y televisión y la coordinación de las que ya existen.

No faltan unas palabras de estímulo a los empresarios para que respalden económicamente las producciones de calidad que promueven los valores humanos y cristianos.

Como todos sabemos, las Conferencias de (NEA) Nueva Evangelización de América se inspiraron en las enseñanzas del Sínodo para América y en la profética visión del Papa que quiso subrayar la unidad del Continente, suerte que los pastores de Norte, Centro, Sudamérica y las Antillas sientan la obligación de mirar fuera de las fronteras de sus diócesis y de sus países.

Personalmente estoy convencido de que nuestra labor tendrá mayor éxito si trabajamos todos unidos, y lo podemos hacer.

Con algunos de ustedes he compartido el proyecto que, desde Santo Domingo, hemos estado promoviendo hace seis años, TELEVIDA, el canal de la Familia.

Mi gran sueño es que todos juntos seamos capaces de diseñar un gran proyecto evangelizador para toda América, incluso le he dado un nombre "AMÉRICA PARA CRISTO".

Pretende ser un homenaje a Jesucristo en el bimilenario de su nacimiento, y será un bello recuerdo de las magníficas celebraciones jubilares que hemos tenido en todas nuestras Iglesias durante el año 2000.

Abrigo la esperanza de que nuestra Conferencia, que iniciamos con esta Concelebración eucarística, y que ponemos bajo el patrocinio maternal de Nuestra Señora de Guadalupe, Madre espiritual del Continente, dé abundantes frutos para la nueva evangelización, nos estimule para comprometernos más con ella y nos convenza de que necesitamos con urgencia trabajar más unidos y mejor coordinados.