Cada 18 de mayo la Iglesia Católica celebra a Santa Rafaela María del Sagrado Corazón, religiosa española a quien hermosamente llamaban ‘la humildad encarnada’ o ‘la humildad hecha carne’, en virtud a su sencillez y actitud siempre agradecida con todos, sin importar cómo fuera tratada.

Expresión de su manera de ser fue esa suerte de lema con el que Santa Rafaela María solía animar a sus hijas espirituales, integrantes de la congregación que fundó: “Dentro de Dios hemos de estar y de Él recibirlo todo”. Resulta comprensible que quien viva intentando realizar un ideal así, habrá de servir al Señor con paz interior y una alegría indestructible, a prueba de dolores y amarguras.

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Santa Rafaela María fue fundadora de un Instituto religioso de derecho pontificio, la Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, cuyas integrantes son conocidas como ‘esclavas del Sagrado Corazón’.

El Papa San Pablo VI, quien canonizó a Santa Rafaela María, resaltó un rasgo distintivo en ella, modélico para toda religiosa o consagrada: “La vida y la obra de la santa, si las observamos por dentro, son una apología excelente de la vida religiosa, basada en la práctica de los consejos evangélicos, calcada en el esquema ascético-místico tradicional, del que España ha sido maestra con figuras tan señeras como Santa Teresa, San Juan de la Cruz, San Ignacio de Loyola, Santo Domingo, San Juan de Ávila y otras” (Homilía de la Misa de canonización de Rafaela Porras y Ayllón).

Al amparo de nuestra madre, la Iglesia

Rafaela Porras y Ayllón -nombre de pila de la santa- nació el 1 de marzo de 1850 en el pueblo español de Pedro Abad, en Córdoba (España). Sus padres la llevaron a bautizar al día siguiente. Su padre, don Ildefonso Porras, fue alcalde de Pedro Abad, mientras que su madre, doña María Ayllón Castillo, era una generosa y laboriosa dama proveniente de una de las familias acomodadas de la ciudad.

A los tres años Rafaela María quedó huérfana de padre, y al cumplir los catorce, también perdió a su madre. Junto a su hermana inició el camino del discernimiento vocacional con la ayuda de las hermanas clarisas de Córdoba; y al año siguiente ingresaría a la Congregación de las Hermanas de María Reparadora. Fue en esta congregación donde tomó el nombre de Rafaela María del Sagrado Corazón.

La Hermana Rafaela se dedicaba a la oración y al cuidado de los enfermos y necesitados. Su familiares consideraban que su vocación era excesivamente temprana o precipitada; sin embargo, ella perseveró y se las arregló para vencer aquella resistencia inicial y mostrar que su amor al Señor brotaba de su madurez y no de un capricho.

Amor agradecido

Años más tarde, ya consolidada en la vida religiosa, fundó, junto con su hermana Dolores, el Instituto de Adoradoras del Santísimo Sacramento e Hijas de María Inmaculada, que sería la base de la futura Congregación de las Esclavas del Sagrado Corazón. Las hermanas contaron desde el inicio con el apoyo del obispo local.

El Instituto estaba integrado por dieciséis religiosas, con las que Santa Rafaela María se trasladó a Madrid. Allí le fue concedida la aprobación diocesana en 1877. Diez años más tarde, el Papa León XIII aprobaría la nueva congregación, bajo el nombre de ‘Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús’. La Madre Rafaela María sería elegida superiora general y realizaría su profesión perpetua el 4 de noviembre de 1888.

Exiliada en su propia patria

Durante 30 años la Madre Rafaela María vivió una suerte de exilio al interior de su propia comunidad religiosa, convirtiéndose en un miembro casi anónimo de la institución que ella misma había fundado. Por tres décadas, la santa asumió los trabajos más duros y las ocupaciones más sencillas; pasó por constantes humillaciones y, al final, sufrió la aridez del aislamiento. Y así vivió hasta que Dios la llamó a su presencia.

Aun cuando las circunstancias le fueron adversas, la santa se condujo con humildad y obediencia, sin exigir trato especial alguno, a pesar de ser la fundadora. Murió el día de Epifanía, el 6 de enero de 1925, en la ciudad de Roma (Italia). Sus restos descansan en la Casa Generalicia de su congregación en esa ciudad.

“Muchos últimos serán primeros” (Mt 20, 16)

El Papa Pío XII beatificó a Rafaela María en mayo del año 1952. Años más tarde fue canonizada por el Papa San Pablo VI, el 23 de enero de 1977.

Rafaela María murió el día de Epifanía -fecha inamovible en el calendario litúrgico de muchos países-, razón por la cual su fiesta se celebra el 18 de mayo, día de su beatificación y del traslado de sus restos.