La comisión de género y diversidad sexual del Colegio de Psicólogos de Chile difundió un comunicado en el que señala que, en su opinión, el síndrome post aborto no existe, pese a la gran cantidad de casos que se puede verificar en quienes han pasado por esta trágica experiencia.
El comunicado aparece cuando en el país se debate un proyecto de ley promovido por la presidenta Michelle Bachelet que busca despenalizar el aborto.
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El síndrome Post Aborto (SPA) es una afección que se refiere a la incapacidad de la mujer o el hombre para procesar su angustia, miedo, rabia, tristeza y culpabilidad por su experiencia de uno o varios abortos provocados.
También es "la dificultad para sanar la herida causada por la pérdida del bebé y poder estar en paz con Dios, con uno mismo y con lo demás que estuvieron implicados en su decisión de abortar". Así lo define Luz Marina Aráoz Chávez, psicóloga peruana y coordinadora del proyecto Esperanza que acompaña a mujeres que han abortado y que padecen este mal.
Dos mujeres que abortaron alguna vez -y que han recibido ayuda del Proyecto Esperanza- comparten su testimonio al respecto con ACI Prensa.
Las dos mujeres que compartieron su experiencia con ACI Prensa han pedido mantenerse en el anonimato. Una de ellas, A.A. de 59 años de edad, recuerda que después del aborto vivió muchas "noches de llantos, días sin querer salir de la cama, rechazo a mi esposo por sentir que no debió aceptar el aborto, ni apoyarme en hacerlo aun a costa de mi salud"..
Por su parte, C.G. psicóloga de 52 años de edad, contó la difícil situación que vivió en su juventud cuando fue obligada por su madre a abortar. "Lloré mucho y viví mucha tristeza por años, con un comportamiento muy agresivo del que no entendía su origen. La secuela más profunda fue un cuadro ansioso depresivo que llevé conmigo por años", dijo.
Una de las afirmaciones del comunicado de la comisión de género y diversidad sexual del Colegio de Psicólogos refiere que el síndrome post aborto no tiene que ver con la práctica en sí misma sino con el hecho de que, en su opinión, la práctica del aborto ha pasado por un proceso de "criminalización" social.
A.A. recuerda que "sufría por la necesidad de ver y acariciar a mi hijo. Nunca nadie me juzgó. Quien se juzgó fui yo misma al sentir que era la peor de las madres".
Las razones de su sufrimiento, dijo, estaban en que ella sabía que "había sido capaz de matar a mi hijo, sin que él pudiera defenderse. Que mis otros hijos podían jugar, llorar, reír y su hermano no. Ese era el origen de mi dolor".
C.G. afirma luego que "no creo que sea un condicionamiento social. Lo que viví tuvo que ver con la relación que formé con la presencia de ese hijo que estaba en gestación dentro de mí, que deseado o no, era un niño, no era un 'algo'. El no proteger a ese hijo y no haber tenido la valentía de oponerme al aborto, hizo que tuviera un sentimiento profundo de tristeza que me acompañó durante muchos años".
Pese a los muchos problemas y sufrimientos que les generó el aborto, ambas lograron salir adelante y reconstruir sus vidas con mucho apoyo espiritual y psicológico.
"Conversé con un sacerdote cuando toqué fondo por la pena y el arrepentimiento. Él me aconsejó hacer reparación y que la muerte de mi hijo tuviera un sentido para otros niños en peligro de ser abortados", contó A.A.
"Fue muy difícil y agotador. Me tocó recorrer un largo y doloroso camino, lleno de arrepentimiento y dolor. Sólo lo logré con la ayuda del Proyecto Esperanza expresado en una persona que me acompañó por tres años. Gracias a la dedicación y atención de los profesionales del proyecto pude superarlo", resaltó C.G.
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- ACI Prensa (@aciprensa) noviembre 25, 2015