Oración de Juan Pablo II por la paz en Medio Oriente

Dios de infinita misericordia y bondad,
con corazón agradecido te invocamos hoy
en esta tierra que en otros tiempos recorrió San Pablo.

Proclamó a las naciones la verdad de que en Cristo
Dios reconcilió al mundo consigo (cf. 2 Co 5, 19).

Que tu voz resuene en el corazón
de todos los hombres y mujeres,
cuando los llames a seguir
el camino de reconciliación y paz,
y a ser misericordiosos como tú.

Señor, tú diriges palabras de paz a tu pueblo
y a todos los que se convierten a ti
de corazón (cf. Sal 85, 9).

Te pedimos por los pueblos de Oriente Próximo.

Ayúdales a derribar las barreras
de la hostilidad y de la división
y a construir juntos un mundo de justicia y solidaridad.

Señor, tú creas cielos nuevos
y una tierra nueva (cf. Is 65, 17).

Te encomendamos a los jóvenes de estas tierras.

En su corazón aspiran a un futuro más luminoso;
fortalece su decisión de ser hombres y mujeres de paz
y heraldos de una nueva esperanza para sus pueblos.

Padre, tú haces germinar
la justicia en la tierra (cf. Is 45, 8).

Te pedimos por las autoridades civiles de esta región,
para que se esfuercen por satisfacer
las justas aspiraciones de sus pueblos
y eduquen a los jóvenes en la justicia y en la paz.

Impúlsalos a trabajar generosamente por el bien común
y a respetar la dignidad inalienable de toda persona
y los derechos fundamentales que derivan
de la imagen y semejanza del Creador
impresa en todo ser humano.

Te pedimos de modo especial
por las autoridades de esta noble tierra de Siria.

Concédeles sabiduría, clarividencia y perseverancia;
no permitas que se desanimen en su ardua tarea
de construir la paz duradera,
que anhelan todos los pueblos.

Padre celestial,
en este lugar donde se produjo
la conversión del apóstol San Pablo,
te pedimos por todos los que creen
en el evangelio de Jesucristo.

Guía sus pasos en la verdad y en el amor.

Haz que sean uno,
como tú eres uno con el Hijo y el Espíritu Santo.

Que testimonien la paz
que supera todo conocimiento (cf. Flp 4, 7)
y la luz que triunfa sobre las tinieblas de la hostilidad,
del pecado y de la muerte.

Señor del cielo y de la tierra,
Creador de la única familia humana,
te pedimos por los seguidores de todas las religiones.

Que busquen tu voluntad
en la oración y en la pureza del corazón,
y te adoren y glorifiquen tu santo nombre.

Ayúdales a encontrar en ti
la fuerza para superar el miedo y la desconfianza,
para que crezca la amistad y vivan juntos en armonía.

Padre misericordioso,
que todos los creyentes
encuentren la valentía de perdonarse unos a otros,
a fin de que se curen las heridas del pasado
y no sean un pretexto
para nuevos sufrimientos en el presente.

Concédenos que esto se realice
sobre todo en Tierra Santa,
esta tierra que bendijiste
con tantos signos de tu Providencia
y donde te revelaste como Dios de amor.

A la Madre de Jesús,
la bienaventurada siempre Virgen María,
le encomendamos
a los hombres y a las mujeres
que viven en la tierra donde vivió Jesús.

Que, al seguir su ejemplo, escuchen la palabra de Dios
y tengan respeto y compasión por los demás,
especialmente por los que son diversos de ellos.

Que, con un solo corazón y una sola mente,
trabajen para que el mundo sea
una verdadera casa para todos sus pueblos.

¡Paz! ¡Paz! ¡Paz!

Amén.

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