El Dictamen de la Medicina

CAPÍTULO 3

Los médicos, los primeros estudiosos del negativo del Hombre de la Síndone

Durante milenios los hombres habían observado la Sábana Santa, a ojo desnudo. Las manchas de sangre, identificadas a veces como tales, indicaban que el Hombre de la Sábana había sido azotado y maltratado de pies a cabeza, sus manos y su costado derecho habían sido perforados. Algunos decían que era una "pintura" de Cristo. Pero al ver el negativo, se comprendió que no podía ser una pintura (nadie podía pintar un negativo, y ni siquiera, antes del siglo XIX, nadie tenía la idea de qué podía ser un negativo. Veremos más sobre este tema, más adelante).

En París, Yves Delage, eminente médico de fama internacional, estuvo estudiando el negativo de la Sábana Santa, copia del tomado por Secondo Pia. Le ayudaba Paul Vignon, un biólogo también muy competente. Trabajaban con ayuda de una lupa y, a veces, con un microscopio. Después de año y medio, habían avanzado mucho y el doctor Delage pudo dar una conferencia, el 2 de abril de 1902 en la Academia de Ciencias. Delage era un ateo notorio, y además un sabio simpático. Pensaba que si el pueblo se liberaba de su fe religiosa se produciría un gran desarrollo científico, habría más bienestar y más tolerancia. Su conferencia había atraído a numerosos ateos y anti-religiosos que esperaban que Delage desbaratara esta nueva superchería, que creían montada por la Iglesia alrededor de la Sábana de Turín.


Doctor Yves Delage

La sala estaba abarrotada de público. Delage habló un rato, explicando que el Hombre de la Sábana había sido crucificado, azotado, coronado de espinas, clavado de manos y pies y herido en su costado. La sangre era real, las heridas también lo eran. La sala guardaba un silencio expectante, cuando Delage dijo.

"El Hombre de la Síndone es Cristo"

En ese instante, se levantó un murmullo de desaprobación que fue creciendo, y al poco rato un público atento se había transformado en una masa enfurecida, que le acusaba de traición y levantaba los puños amenazantes. Delage tuvo que salir apresuradamente por la puerta trasera, para evitar la agresión, mientras el Secretario de la Academia (Marcelin Berthelot), que siempre había sido muy amable y hasta untuoso, con la cara desencajada y la voz alterada y chillona le decía: "Monsieur Delage, asumo la responsabilidad personal de que en las Actas de esta Ilustrísima Academia no quede constancia del nombre que Ud. ha pronunciado relacionándolo con la tela de Turín". (1)

Delage, al llegar a su casa, se puso a reflexionar. Nunca hubiera dicho que sus correligionarios estuvieran tan cerrados a la verdad, y fueran tan fanáticos. Fue descubriendo que él era uno de los pocos ateos ponderados y razonables. Poco después declaró:

"...Se ha hecho innecesariamente una cuestión religiosa de un tema que, de por sí, es meramente científico, con el resultado de que las pasiones se han avivado y la razón ha sido desviada. Si se hubiera tratado de Sargón, de Aquiles, o de un Faraón, a nadie se le habría ocurrido poner objeciones... Al hablar de este tema he sido fiel al verdadero espíritu científico, buscando tan sólo la verdad, sin preocuparme lo más mínimo si con eso podía perjudicar los intereses de alguna ideología... Yo reconozco a Cristo como personaje histórico y no entiendo por qué hay personas que consideran escandaloso el hecho de que sigan existiendo huellas materiales de su vida..." (Revue Scientifique, 12/4/1902). (2)

Muchos médicos ilustres, franceses, alemanes, ingleses, italianos, norteamericanos... siguieron estudiando la Sábana Santa, en su negativo fotográfico. En 1931, el fotógrafo Giuseppe Ernie tomó nuevas fotografías, que, como la técnica había mejorado mucho desde los tiempos de Secondo Pia, permitieron estudios mucho más precisos y reveladores. Entre ellos mencionaremos los hechos por el francés doctor Pierre Barbet, y por el italiano doctor G. Judica Cordiglia. Y entre los más próximos a la actual fecha los de los doctores Robert Bucklin (norteamericano), Hyneck (checo), y Baima-Bollone (italiano).

La nariz, rota de un bastonazo

En el vértice izquierdo de la naríz hay una zona excoriada y contusa, con fractura del cartílago nasal. Los labios, mentón, bigotes y barba están impregnados de sangre. Regueros de sangre salen de las narices y llegan hasta la barba. Los pómulos, están muy maltratados.

Dice el doctor Judica Cordiglia: "Precisamente allí donde confina el cartílago con el hueso nasal,... la nariz inicia una ligera desviación hacia la izquierda. Se trata, evidentemente, de un bastonazo, propinado por un palo más bien corto y redondo, de un diámetro máximo de 4 a 5 centímetros... El golpe lo descargó un sujeto que se encontraba a la derecha del agredido y empuñaba el bastón con la izquierda." (3)

El resto de la cara tiene también excoriaciones, coágulos de sangre, hinchazones...

La Flagelación Romana

El "Flagrum" romano, con el que se efecuaba la flagelación. En el círculo, las lesiones múltiples que aparecen en el cuerpo del Hombre de la Sábana se corresponden con el tamaño de las "pesitas" que formaban este látigo romano.

Todo el cuerpo del Hombre de la Síndone, por delante y por detrás, está lleno de unas pequeñas heridas iguales, formadas por dos pequeños círculos sanguinolentos de unos 12 milímetros de diámetro, separados por una línea también sanguinolenta. Se trata de las huellas del flagrum romano, azote descubierto en excavaciones posteriores al hallazgo de sus efectos en la Sábana Santa.

El azote usado fue de tres ramales, y cada ramal terminaba en una pieza metálica con dos bolitas, parecida a pequeñas pesas de gimnasia, de 3 centímetros de longitud. Era un azote usado sólo por los romanos: a Jesús lo azotaron romanos. Jumper y Jackson, de los que hablaremos más adelante, que han estudiado los azotes con ayuda de computadores, nos informan que los flagelantes fueron dos, uno a cada lado de la víctima, a un metro de distancia y algo detrás de ella.

Según el doctor Barbet, que había descubierto lo mismo, el flagelante de la derecha era más alto que el de la izquierda. El doctor Baima-Bollone ha llegado a contar más de 600 heridas en el cuerpo del Hombre de la Sábana. Los flagelantes evitaron cuidadosamente dañar la zona del corazón, pues querían evitar la muerte del condenado. (4)

La coronación de espinas

Hay gotas de sangre en las regiones frontal, temporal y occipital (es decir la nuca). Son lesiones en el cuero cabelludo. Se distribuyen a modo de aureola, y están causadas por objetos puntiagudos, clavados y frotados sobre la cabeza, en forma de gorro o cofia de espinas. Las coronas reales en Oriente eran a manera de mitras o casquetes preciosos, no un aro en torno a la cabeza, como es en Occidente.

Las imágenes de Cristo medievales muestran una corona de espinas en forma de aro, con muchas menos espinas. Ya Delage observó que cuando la herida coincide con una vena, en la Sábana Santa, la masa de sangre coagulada es mayor. El recorrido de la sangre hasta que se coaguló ha sido estudiado al detalle por Barbet, y es totalmente razonable.

En la Sábana Santa de Turín aparecen manchas de sangre ocasionadas por la colocación de la corona de espinas. En las imágenes se aprecian los efectos de la corona sobre la parte trasera de la cabeza.

La Cruz a cuestas, camino del Calvario

Los reos llevaban el palo horizontal o patibulum, que pesaba unos 50 kilogramos, a la espalda y atado a los brazos del reo extendidos en cruz. Seguramente Jesús fue atado con los otros dos condenados. Si el reo caía de cara, no podía usar las manos para amortiguar el golpe: lo amortiguaba con el rostro y con las rodillas. Mientras, los insultos de los espectadores, los latigazos de los soldados, y el dolor acumulado debieron ser horrorosos. (5) Yves Delage comprobó que, en efecto, las rodillas del Hombre de la Síndone estaban horriblemente desolladas y el rostro tumefacto y herido. La parte superior de la espalda muestra las escoriaciones producidas por el roce del patibulum. (6)

Jesús, clavado en la cruz

Al llegar al Calvario, al Hombre de la Sábana le quitaron el palo horizontal de la espalda, lo pusieron en el suelo y le clavaron las manos en él. Hecha esta operación izaron al reo hasta encajar el brazo horizontal en una entalladura del palo vertical. Inmediatamente se le clavaron los pies.

La imagen del Hombre de la Síndone muestra los agujeros de las manos, pero no en el lugar donde lo tenían los crucifijos, sino casi en las muñecas. Durante la investigación de Delage fueron muchos los que le argumentaron que el Hombre de la Síndone no podía ser Jesús, porque a Jesús le metieron clavos en las palmas de las manos, como muy bien se podía ver en cualquier iglesia (y como tienen las llagas los estigmatizados). Pero Delage sabía que los médicos de todos los tiempos incluyen en la mano el carpo o muñeca, el metacarpo o palma de la mano y los dedos. Si hubieran introducido los clavos en la palma de la mano, se habría producido un desgarro de los tejidos que habría desprendido al condenado de la cruz. El Doctor Barbet confirmó esta suposición más adelante, en experimentos con brazos de cadáveres. (7) Además, se sabe que la palabra griega que se ha traducido por mano, no coincide exactamente con la latina: comprende también la muñeca. Y los Evangelios han sido o escritos en griego (Marcos, Lucas, Juan) o traducidos inmediatamente al griego (Mateo).

Al meter el clavo por un hueco entre los huesos carpianos, se aplasta un nervio importante, lo que produce un intensísimo dolor y hace que el pulgar se sitúe en la palma, bajo los otros cuatro dedos.

Los pies se los clavaron con un único clavo. Por encima estaba el pie izquierdo, por debajo el derecho. El suplicio no podía ser más espantoso.

La crucifixión produce un efecto muy grave también sobre la respiración. El peso del cuerpo tirando hacia abajo produce un efecto de asfixia, porque no se puede expulsar el aire. Por lo tanto, si no se cambia de posición, se produce la asfixia. Para evitarla, el crucificado debe cambiar de posición, apoyando todo el peso sobre el clavo de los pies para conseguir una elevación suficiente que le permita expulsar el aire viciado. Pero esta posición supone un esfuerzo sobrehumano por lo que, inmediatamente, debe dejarse caer con lo que, a los pocos momentos, vuelve la asfixia. Los cambios de posición están documentados en la Sábana Santa. Lo han detectado Jumper y Jackson, y añaden que, para respirar, "se encorvaba sobre sí mismo... evidentemente para mantener durante más tiempo la lucidez". (8)

Después de la muerte, la lanzada. El condenado no podía, según la ley romana, ser entregado a la familia sin cerciorarse de su muerte, y si había alguna duda, había que provocarla y asegurarla con una lanzada que abriese el corazón. "Uno de los soldados le atravesó con su lanza el costado, y al instante salió sangre y agua". (9) Ya Delage vio la herida, la sangre y los restos del suero que es lo que seguramente San Juan llama agua. La tradición llama al soldado Longinos, que es lancero en griego. Los lanceros romanos aprendían a manejar la lanza con la izquierda, pues eso permitía en el cuerpo a cuerpo atacar al enemigo por la derecha, que no está tan protegida por el escudo como la izquierda. Eso explicaría por qué la lanzada pudo ser tan profunda, porque fue hecha por un profesional.

Descendimiento de la Cruz y sepultura

El viernes, a las 3 de la tarde, expiró Jesús, según los Evangelios. Es de suponer que, movidos por San Juan, algunos hombres (entre ellos el propio San Juan) desclavaron los pies de Jesús, y llevaron el cadáver con las manos aún clavadas en el palo horizontal de la cruz, hasta el sepulcro cavado en la peña. Las huellas de dedos que presentan las imágenes de los pies en la parte dorsal de la Sábana Santa, muy claras porque se marcan sobre la sangre, indican que un hombre lo cogía por los pies y lo levantaba delante de otros dos que sujetaban el palo horizontal y el cuerpo de Jesús. Es en este trayecto donde el Santo Sudario de Oviedo debió de cubrir el rostro de Jesús.

Comparación de manchas de sangre entre la Sábana y el Sudario de Oviedo

Dice el doctor Alan Whanger (10) que, cuando él y su esposa Mary empezaron su investigación sobre la Sábana Santa en 1979, tuvieron que encontrar un método para comparar dos imágenes distintas, para ver si eran del mismo objeto, o qué semejanzas y diferencias tenían. Para ello desarrollaron el método llamado Polarized Image Overlay Technique (Técnica de superposición de imágenes polarizadas), que permite comparaciones detalladas, repetibles, fáciles de registrar, y cuantificables, entre dos imágenes diferentes. Por consiguiente, ofrecen transparencia e inter-subjetividad (capacidad de ser repetidas y juzgadas por otros investigadores), lo que debe permitir confirmarlas, o refutarlas, con conocimento de causa. Para determinar la validez de sus observaciones, utilizan generalmente los criterios médico-forenses usuales, ya avalados por una larga experiencia.

El método consiste en proyectar dos imágenes distintas, superpuestas sobre una misma pantalla, a través de dos filtros polarizadores de luz a 90º uno del otro (uno para cada proyector). Las imágenes se observan a través de un tercer filtro polarizador, que permite, por rotación de 90º, saltar de una a la otra. Así se pueden examinar con detalle las similitudes o "puntos de congruencia" entre las dos, y también las diferencias.

Comparando el Sudario de Oviedo y la Síndone (en las partes de rostro y nuca) comprobaron que hay 70 manchas de sangre coincidentes en el rostro, y 50 en la nuca y el cuello. Sólo en la frente derecha, no hay manchas en el Sudario y sí las hay, copiosas, en la Síndone. Según Whanger, se puede suponer que la Corona de Espinas pudo haber estado parcialmente en la frente cuando se colocó el Sudario, impidiendo que éste se manchara.Tanto el Sudario como la Corona de Espinas habrían sido retirados antes de envolver el cuerpo en la Sábana. Las manchas del Sudario son más intensas y mucho más extensas que las de la Síndone: el Sudario envolvió la cabeza al descender a Jesús de la Cruz, en cambio la Síndone lo recibió cuando parte de la sangre había sido ya retirada por el Sudario.

Es impresionante ver la coincidencia de puntos reconocibles en dos manchas de sangre correspondientes -una en la Sábana, la otra en el Sudario de Oviedo- vistas en el computador, en forma alternada, en la página web de los Whanger. Por este y otros argumentos -que expondremos, aunque muy resumidos- los Whanger están convencidos (y convencen a muchas personas imparciales) de que la Sábana y el Sudario son ambos auténticos. (11) (12)

El tipo de sangre del Hombre de la Sábana

El Doctor Pierluigi Baima-Bollone afirmó en 1998 que había determinado el tipo de sangre del Hombre de la Sábana. De los cuatro tipos (A, B, AB y O) que se usan en las transfusiones de sangre, el del Hombre de la Síndone es el AB. Es un grupo muy común entre los hebreos y yemenitas, y raro en otras etnias (3.2% de promedio mundial). Estos datos han sido confirmados en los Estados Unidos. Además, se trata de un varón (tiene cromosoma Y) dice el Dr Victor Tryon (U.S.). (13)

El doctor Carlo Goldoni, especialista italiano en Hematología, ha analizado con mucho cuidado la sangre del Santo Sudario, encontrando que su grupo es también AB. (14)

Igualmente interesante resulta la comparación de la Sábana con los estudios realizados sobre la reliquia que se conserva del milagro eucarístico de Lanciano (Chieti, Italia). Allí, en el siglo VIII, en la iglesia de San Legonziano, cuando celebraba la Santa Misa un sacerdote que dudaba de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, en el momento de la consagración, la hostia se convirtió en carne y el vino en sangre. Tras las investigaciones realizadas en 1970 por el profesor Odoardo Linoli, profesor de anatomía e histología patológica de la Universidad de Siena, se concluyó que la carne es tejido del miocardio de un corazón humano y la sangre es humana, y también del grupo AB. (15)


1 ANSÓN, FRANCISCO. Después del Carbono 14. pág. 21-37.
2 Ver http://personal5.iddeo.es/magolmo/2000.htm
3 SOLÉ, MANUEL.. La Sábana Santa de Turín. Pág. 207.
4 SOLÉ, MANUEL.. La Sábana Santa de Turín. Pág. 211 y ss.
5 SOLÉ, MANUEL.. La Sábana Santa de Turín. Pág. 231 y ss.
6 ANSÓN, FRANCISCO.  La Sábana Santa. Últimos Hallazgos.Pág. 43.
7 SOLÉ, MANUEL.. La Sábana Santa de Turín. Pág. 239. SOLÉ, MANUEL..
8 La Sábana Santa de Turín. Pág. 253.
9 SAN JUAN. Evangelio. Cap.19, versículo 34.
10 Ver "Knowing a Hawk from a Hansaw", 1998, en http://www.shroud.com/bsts4704.htm
11 RODRÍGUEZ, CHIRIVELLA Y OTROS. El Sudario del Señor. Pág. 383 y ss.
12 Para ver la comparación de manchas de sangre entre Sábana y Sudario, ver http://www.duke.edu/~adw2/shroud/movies.htm o http://www.shroudcouncil.org y WHANGER, ALAN AND MARY. The Shroud of Turin: An Adventure of Discovery. Págs. 12 y ss.
13 Ver http://www.theshroudofturin.com/evidence.htm
14 http://www.theshroudofturin.com/evidence.htm y RODRÍGUEZ, CHIRIVELLA Y OTROS. El Sudario del Señor. Pág. 369 y ss.
15 De http://www.aciprensa.com/sudario.htm#sud3