El cumplimiento de tal profecía se ha realizado plenamente en Jesús, venido al mundo para hacer presente el amor del Padre hacia los hombres. Es un amor que se hace particularmente notar en el contacto con el sufrimiento, la injusticia, la pobreza, con todas las fragilidades del hombre, sea físicas o morales. Es conocida al respecto la célebre encíclica del Papa Juan Pablo II "Dives in misericordia", que añadía: "el modo en el cual se manifiesta el amor es a propósito denominado en el lenguaje bíblico 'misericordia'." (Ibid. n.3).
Esta misión de misericordia ha sido luego confiada por Cristo a los pastores de su Iglesia. Es una misión que compromete a cada sacerdote y obispo, pero compromete aún más al Obispo de Roma, Pastor de la Iglesia universal. A Pedro, en efecto, Jesús dijo: "Simón de Juan ¿me amas tú más que estos? … Apacienta mis ovejas" (Juan 21,15). Es conocido el comentario de san Agustín a estas palabras de Jesús: "sea por lo tanto tarea del amor apacentar la grey del Señor"; "sit amoris officium pasceré dominucum gregem" (In Iohannis Evangelium,123,5;PL 35,1967).
En realidad, es este amor que empuja a los Pastores de la Iglesia a desarrollar su misión de servicio a los hombres de cada tiempo, del servicio caritativo más inmediato hasta el servicio más alto, aquel de ofrecer a los hombres la luz del Evangelio y la fuerza de la gracia.
Así lo ha indicado Benedicto XVI en el Mensaje para la Cuaresma de este año (Cfr.n3). Leemos en efecto en tal mensaje: "A veces se tiende en efecto a circunscribir el término 'caridad' a la solidaridad o a la simple ayuda humanitaria. Es importante, en cambio recordar que la máxima obra de caridad es precisamente la evangelización, o sea el 'servicio de la Palabra'. No hay una acción más benéfica y por tanto caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, introducirlo en la relación con Dios: la evangelización es la más alta e integral promoción de la persona humana. Como escribe el Siervo de Dios Papa Pablo VI en la Enciclica: Populorum progressio: es el anuncio de Cristo el primer y principal factor de desarrollo (Cfr. n.16)".