La madre creaba las élites para sus hijos, pero era la mamá… También de aquella situación Jesús coge la ocasión para dar una enseñanza fundamental: su reino, no es un reino de poder, no es un reino de gloria como aquellos terrenos, sino de servicio y donación a los demás. Jesús enseña a ir siempre a lo esencial y a mirar más lejos para asumir con responsabilidad la propia misión.
Podríamos ver aquí la evocación a otras dos obras de misericordia espiritual: aquella de corregir al que se equivoca y enseñar al que no sabe. Pensemos en el gran empeño que se puede poner cuando ayudamos a las personas a crecer en la fe y en la vida.
Pienso, por ejemplo, en los catequistas –entre los cuales hay muchas mamas y tantas religiosas– que dedican tiempo para enseñar a los jóvenes los elementos básicos de la fe. ¡Cuánto trabajo, sobre todo cuando los jóvenes preferirían jugar en vez de escuchar el catecismo!
Acompañar en la búsqueda de lo esencial es bello e importante, porque nos hace compartir la alegría de probar el sentido de la vida. Muchas veces nos sucede que encontramos a personas que se detienen en cosas superficiales, efímeras y banales; a veces porque no han encontrado a nadie que los estimulara a buscar algo más, a apreciar los verdaderos tesoros.