En un comunicado emitido por la obra de Schoenstatt, firmado por el Padre Heinrich Walter, Presidente de su Consejo internacional, se afirma que el Santo Padre valoró a los movimientos eclesiales como “frutos del Espíritu y primavera de la Iglesia” con lo que llamaba a “mantener vivo el carisma particular recibido y a ponerlo al servicio de toda la comunidad eclesial”.
El documento recuerda aquella “inolvidable celebración en la plaza San Pedro, en la víspera de la fiesta de Pentecostés del año 1998” que logró acrecentar “la comunión de los movimientos entre sí y despertó nuevas iniciativas de encuentros y de trabajos en común. Nos reiteró el llamado a ser Iglesia y a vivirla como misterio de comunión y de misión junto con todo el pueblo de Dios”.
También señala que “la doctrina hecha vida en él, la verdad encarnada en su persona le otorgaron esa innegable autoridad moral que superó los límites de la Iglesia católica y lo constituyó en verdadero líder de la humanidad, más allá de tantas diferencias raciales, políticas o religiosas”.