Pero en esto de rendirse también Jacob paradójicamente resulta vencedor, porque recibe un nombre nuevo, junto al reconocimiento de victoria de parte del adversario, que le dice: ‘No te llamarás más Jacob, sino Israel, porque has combatido con Dios y con los hombres y has vencido’. ‘Jacob’ era un nombre que reclamaba el origen problemático del Patriarca, en hebreo, de hecho, recuerda el término ‘talón’ y reenvía al lector al momento del nacimiento de Jacob, cuando saliendo del vientre materno, tenía con la mano el talón del hermano gemelo, casi prefigurando el salto a los daños del hermano que habría consumado en la edad adulta, pero el nombre de Jacob también se relaciona al verbo "engañar, suplantar".
Y ahora en la lucha, el Patriarca revela a su opositor, en un gesto de abandono y rendición, la propia realidad de engañador, de suplantador; pero el otro, que es Dios, transforma esta realidad negativa en positiva: Jacob el engañador se convierte en Israel, le es dado un nombre nuevo que signa una nueva identidad. Pero también aquí, el relato mantiene su duplicidad intencional, porque el significado más probable del nombre Israel es "Dios es fuerte, Dios vence".
Entonces Jacob ha prevalecido, ha vencido –es el adversario mismo quien lo afirma – pero su nueva identidad, recibida del mismo adversario, afirma y testimonia la victoria de Dios. Es cuando Jacob pedirá a su vez el nombre a su contendiente, este se negará a darlo, pero se revelará en un gesto inequívoco, dando su bendición. Esa bendición que el Patriarca había pedido al inicio de la lucha es ahora concedida. Y no es la bendición obtenida con engaño, sino aquella gratuitamente donada por Dios, que Jacob puede recibir para que entonces solo, sin protección, sin astucias y sin estafas, se muestra inerme, acepta rendirse y confiesa la verdad de sí mismo.
Así, al término de la lucha, recibida la bendición, el Patriarca puede finalmente reconocer al otro, el Dios de la bendición: ‘Verdaderamente – dice – he visto a Dios cara a cara, y mi vida se ha mantenido a salvo’ y puede ahora atravesar el vado, portador de un nombre nuevo pero ‘vencido’ por Dios y signado para siempre, cojo por la herida recibida.