Al comentar en su habitual catequesis semanal el cántico al “Mesías, rey y sacerdote” -el salmo 109 que se reza en la Liturgia de las Horas-, el Papa Juan Pablo II pidió a Dios que haga de éste un pueblo de sacerdotes y profetas de paz y amor.
Al comentar el Salmo referido al rey consagrado –que constituye el componente primario de las Vísperas dominicales-, el Papa señaló que tanto la tradición judía como la cristiana ha visto en éste “el perfil del Consagrado por excelencia, el Mesías, el Cristo. Desde esta perspectiva, el Salmo se convierte en un canto luminoso elevado por la Liturgia cristiana al Resucitado en el día festivo, memoria de la Pascua del Señor”.
El Papa, desde su residencia de Castelgandolfo, comentó que la relectura cristiana de este salmo real, ligado a la dinastía de David, presenta “a Jesucristo como auténtico Hijo de Dios”.