"Tuve el enorme privilegio de recibirla como 'novicia'. Y aunque yo era su 'maestra', de ella aprendía. Inteligente e ingeniosa, tan normal y tan virtuosa. Tenía la humildad de un principiante y la sabiduría de un grande. Pasaba horas leyendo y pasábamos horas conversando. Me acompañaba en mis viajes y aliviaba mis penas. Era mi hija en la vida religiosa, y mi madre a la vez", comenta en su carta la hermana Guadalupe.
En la misiva también señala que debido a su deteriorada salud se le destinó a Argentina, su tierra natal, donde se dedicó a atender niños en el Hogar Nuestra Señora de la Divina Providencia de Rama Caída.
"En setiembre de este año iba a realizar su profesión perpetua, pero prefirió celebrarla en la Gloria, con su esposo terreno, a quien amaba tanto, y con su Esposo Celestial", concluye la misionera del IVE.
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