En una nota explicativa hecha pública junto a la extensa y enérgica “Carta a los Obispos, a los presbíteros, a las personas consagradas y a los fieles laicos de la Iglesia católica en la República Popular China”, la Santa Sede señaló que la misiva del Papa Benedicto XVI introduce a esa comunidad a una nueva etapa canónica de normalización; y mantiene firme las condiciones para reestablecer relaciones diplomáticas con China: conservar el derecho petrino a ordenar Obispos y salvaguardar la autonomía de la Iglesia.
La nota comienza con un recuento histórico de los últimos 50 años de la historia de la Iglesia en China, recordando que “la comunidad católica sufrió una primera persecución en los años cincuenta con la expulsión de los Obispos y misioneros extranjeros, la encarcelación de casi todos los eclesiásticos chinos y de los responsables de los diversos movimientos laicales, el cierre de las iglesias y el aislamiento de los fieles”; un período al final del cual “se crearon organismos estatales como la Oficina para los Asuntos Religiosos y la Asociación Patriótica de los Católicos Chinos, con el fin de guiar y ‘controlar’ todas las actividades religiosas”.
“En 1958 –sigue el recuento- tuvieron lugar las dos primeras ordenaciones episcopales sin el mandato papal, dando inicio a una larga serie de gestos que hieren profundamente la comunión eclesial.