Jacques Fesch fue condenado a muerte por asesinato, sin embargo, durante el tiempo que estuvo en la cárcel experimentó la misericordia de Dios, se puso en sus manos y ahora va camino a los altares.
Cuando se abrió formalmente la causa de beatificación de Fesch en 1993, el entonces Arzobispo de París, Cardenal Jean Marie Lustiger, señaló que "declarar santo a alguien no significa que la Iglesia admire los méritos de esa persona, sino propone un ejemplo de conversión de alguien que, independientemente de su camino humano, supo escuchar la voz de Dios y se arrepintió".
"No hay pecado tan grave que impida al hombre llegar a Dios, que le propone la salvación", agregó.