Si las explicaciones expuestas hasta ahora no convencen, es posible que alguien esgrima el argumento de que la Iglesia ya prohibió los toros y que por qué no lo hace otra vez.
En efecto, San Pío V promulgó la bula "De salutis gregis dominici" en el año 1567 en la que se define a "esos espectáculos en los que se corren toros" como "propios no de hombres, si no de demonio".
La bula establecía además excomunión para los príncipes, reyes o emperadores que permitieran su celebración y prohibía que nadie se enfrentara "con toros u otras fieras" ya fuera a pie o a caballo. También tenían prohibido el acceso a estos espectáculos los clérigos.
El P. Romero explica que, siendo San Pío V, "un Papa santo, de carácter y que tuvo que afianzar la doctrina en tiempos muy difíciles", los pontífices sucesivos fueron matizando lo previsto en esta bula hasta que Clemente VIII a finales del siglo XVI volvió a permitir la tauromaquia con indicaciones para que no se celebraran en días festivos y se procuraran medidas para evitar muertes humanas.
Es conocida la oposición de Felipe II a esta disposición papal. "Mediante su embajador, el emperador español hizo saber al Papa que en lo que sea del credo y cuestiones de fe, el Rey de las Españas se hinca de rodillas ante su Divina Majestad y ante el Vicario de Cristo en la tierra", pero que en las cuestiones temporales "el Rey de las Españas informa a Su Santidad que tiene solo que rendir cuentas ante su Divina Majestad", recuerda el P. Romero.
Esta postura de separación del orden divino y temporal es la que, siglos después, se reconoció en el Concilio Vaticano II, muy en especial en la constitución Gaudium et Spes.
Nicolás de Cárdenas es un periodista español especializado en información sociorreligiosa. Desde julio de 2022 es corresponsal de ACI Prensa en España.