Sinodalidad no es una moda teológica sino un modo de ser Iglesia, dice el Cardenal Cobo

Mons. José Cobo El Arzobispo de Madrid, Cardenal José Cobo. | Crédito: Daniel Ibáñez / ACI Prensa.

El Arzobispo de Madrid (España), Cardenal José Cobo, defiende que la sinodalidad no es una tendencia del momento en la Iglesia Católica, o un adjetivo que pueda añadirse a cualquiera de sus actividades, sino un modo de ser.

En una carta dirigida a sus diocesanos titulada La Pascua de los discípulos el purpurado señala que “somos una Iglesia que camina a ritmo de sinodalidad”, un término que “no es una moda teológica, sino un modo de ser Iglesia que tiene que ver con rasgos identitarios básicos como comunión, participación y misión”. 

De entenderse como una tendencia del momento, la sinodalidad, augura el Cardenal Cobo, “perderá toda su fuerza renovadora y conseguiremos etiquetar como sinodal a cualquier cosa de las que ya estamos haciendo”. 

Por otra parte, añade, “no será creíble una sinodalidad que no interrogue nuestra forma de expresar y vivir la comunión. Tampoco lo será si no ayuda a generar e impulsar comunidades vivas y familiares, espacios de acogida y escucha, hogares en medio de la vida diaria que saben que su centro no es la ideología ni el querer evadir de la realidad, sino la experiencia de Cristo”. 

Al mismo tiempo, el Arzobispo de Madrid señala que “no podemos ser ingenuos” sobre lo que significa una “Iglesia sinodal y misionera”, pues “seguimos necesitando diversos liderazgos, un reparto de servicios y responsabilidades” por lo que anima a revitalizar los órganos de toma de decisiones. 

En paralelo, anima a “avanzar con claridad para dar a toda persona —también a las mujeres— el espacio de responsabilidad que le es debido como bautizada en cada comunidad. Eso nos ayudará a dar pasos sosegados pero firmes para que seamos una iglesia más sinodal”.

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El Cardenal Cobo invita a redescubrir la vocación laical

El Cardenal Cobo también invita a “redescubrir y ahondar” en la vocación específica de los laicos dentro de la Iglesia, partiendo de la base de que “cada bautizado recibe una vocación”. 

El purpurado recuerda que en algunos de los documentos del Concilio Vaticano II se hace mención a la especificidad de la vocación laical como Lumen gentium, Apostolicam actuositatem o Christidifeles laici, y anima a que sean objeto de lectura y comentario en las comunidades eclesiales. 

En ellos se subraya, apunta el Cardenal Cobo, “que los laicos son llamados a vivir su fe en medio de las realidades temporales, como son la familia, el trabajo, la política, la cultura y la sociedad en general. Su papel es fundamental para la evangelización y la transformación de las estructuras sociales a la luz del Evangelio”. 

Por todo ello, el purpurado considera que se ha de apoyar al laicado “para que acoja su ser en Cristo y siga desgranando su significado desde la identidad que le es propia”. Esta llamada implica “seguir creciendo en el discipulado y la llamada a la santidad”, que lleva al compromiso misionero en la vida ordinaria “pero siempre como parte de la Iglesia”, de tal manera que se integren tres realidades: Cristo, Iglesia y sociedad. 

Estos tres “son los ejes en los que se han de expresar la condición bautismal del laicado: discípulo de Cristo, miembro corresponsable de la Iglesia-comunión desde los distintos ministerios, oficios y funciones, y constructor del Reino de dios desde la coherencia y la santidad de vida. Para todo ello, la formación constituye un desafío pastoral de primer orden”. 

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