Este ha sido el papel clave de la Iglesia Católica en Ruanda a 30 años del genocidio

Silueta de manos levantada ondeando bandera de Ruanda Siluetas de manos levantadas ondeando banderas de Ruanda | Crédito: Ink Drop/ Shutterstock

Este año se cumplirán 30 años del genocidio en Ruanda, en el continente africano, y suman también décadas de intenso trabajo de la Iglesia Católica para fomentar la paz en la nación.

De acuerdo a un informe de Naciones Unidas, al menos un millón de personas fueron asesinadas en Ruanda entre abril y julio de 1994, en el marco de un ataque sistemático de Hutus, grupo étnico mayoritario en el país, contra la minoría Tutsi.

La comunidad internacional enfrentó críticas por no intervenir de manera efectiva para prevenir o detener la tragedia.

El genocidio fue el punto más crítico en décadas de conflictos étnicos, sociales y políticos entre Hutus y Tutsis.

La Iglesia Católica: Comprometida “con la reconstrucción del tejido social”

En entrevista con ACI Prensa, el P. Theogenes Ngoboka, sacerdote de la Diócesis de Cyangugu, en el suroeste de Ruanda, indicó que en el país “hemos tenido una historia muy complicada marcada por el genocidio perpetrado contra los tutsis en 1994”.

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“Después del genocidio, la Iglesia estuvo comprometida con la reconstrucción del tejido social desgarrado por el genocidio. La primera fase fue la reconstrucción de las cosas materiales”, señaló el P. Ngoboka, que fue director de la Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis de Cyangugu.

“Ruanda tiene una significativa población católica. Antes del genocidio en 1994, alrededor del 60-65% de la población ruandesa se identificaba como católica”, resaltó.

La Comisión de Justicia y Paz de la Diócesis de Cyangugu se formó en el año 2000, en el marco del centenario de la evangelización católica en Ruanda.

“Lo hicimos no para que la unidad de reconciliación se ocupará de las detenciones, sino para evaluar la situación de la población ruandesa. Se trató de sentarnos juntos para resolver las diferencias, así lo hemos hecho. Nos sentamos las autoridades eclesiales básicas. Lo más importante fue en el contexto de decir la verdad sobre lo que pasó”, explicó.

Una de las tareas fue motivar a los detenidos y a las victímas a pedir y conceder perdón.

“Dimos este primer paso. Entre los culpables, los verdugos del genocidio, la mayoría ya ha estado encarcelada y no tuvimos la oportunidad de ir a encontrarlos. Pero la Comisión de Justicia se encargaba de servir e intermediar, estar del lado de las víctimas, escuchar lo sucedido e ir a su encuentro”, compartió el sacerdote.

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A 30 años de la tragedia, algunos de los presos ya han sido liberados. Al respecto, el P. Ngoboka señaló que “la experiencia ha demostrado que la gente salía de la cárcel para entrar ahora en una gran prisión de la sociedad, porque la gente no había tenido la oportunidad de conocerse, hablar con ellos y dejarles pedir perdón o discutir lo sucedido”.

En la Comisión de Justicia hay laicos voluntarios y sacerdotes, todos comprometidos con el trabajo de mediadores. “Los que estaban en prisión para salir queríamos que salieran con ideas de conversión, pero también preparar a la comunidad para acogerlos”, explicó.

A pesar de que Ruanda aún vive conflictos internos, ninguna crisis se compara con aquel genocidio. Sin embargo, quedan las cenizas de aquella catástrofe humanitaria. “En Ruanda, fue una situación muy complicada, muy deplorable, porque el genocidio lo cometieron ruandeses que mataron a otros ruandeses”, lamentó el P. Ngoboka.

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