Miércoles 4 de setiembre

Evangelio según San Lucas, capítulo 4, versículos del 38 al 44

Sana a la suegra de Pedro y a muchos enfermos.

38 Levantóse de la sinagoga y entró en casa de Simón. La suegra de Simón padecía de una fiebre grande, y le rogaron por ella. 39 Inclinándose sobre ella increpó a la fiebre, y ésta la dejó. Al instante se levantó ella y se puso a atenderlos.

40 A la puesta del sol, todos los que tenían enfermos, cualquiera que fuese su mal, se los trajeron, y Él imponía las manos sobre cada uno de ellos, y los sanaba. 41 Salían también los demonios de muchos, gritando y diciendo: "¡Tú eres el Hijo de Dios!" Y Él los reprendía y no los dejaba hablar, porque sabían que Él era el Cristo.

42 Cuando se hizo de día, salió y se fue a un lugar desierto. Mas las muchedumbres que se pusieron en su busca, lo encontraron y lo retenían para que no las dejase. 43 Pero Él les dijo: "Es necesario que Yo lleve también a otras ciudades la Buena Nueva de reino de Dios, porque para eso he sido enviado". 44 Y anduvo predicando por las sinagogas de Judea.

Comentario

38. Véase Mat. 8, 14 - 16; Marc. 1, 29 - 34.

41. Jesús no quiere apoyarse en el testimonio de los demonios, que sirven a la mentira, aunque alguna vez digan la verdad. El, que no recibió testimonio de los hombres y ni siquiera necesitaba el de Juan Bautista porque tenía el de su divino Padre (véase Juan 5, 34 - 40), ¿cómo podía aceptar por apóstoles a los espíritus del mal? Por ahí vemos el honor inmenso que El nos hace al enviarnos los apóstoles (Juan 17, 18 - 21; 20, 21; Luc. 24, 48). Es de notar que Satanás mismo nunca expresó ese conocimiento que aquí manifiestan los demonios (v. 34 ss.).


Estos comentarios corresponden a la versión electrónica de la Biblia y Comentario de Mons. Juan Straubinger, cortesía de VE Multimedios