Se sabe que la doctrina según la cual el Espíritu “procede del Padre y del Hijo” (Filioque) no figura explícitamente en el texto original del Credo de Nicea-Constantinopla, pero es confesada por la tradición latina de ese Credo.

Introducción

Siguiendo una antigua tradición latina y alejandrina, de acuerdo a San Epifanio de Salamina y de San Cirilo de Alejandría, seguido de San Agustín, el papa san León Magno había confesado (dogmáticamente) esta doctrina desde 447, largamente, antes de su introducción en la liturgia, entre el siglo VIII y el siglo IX.

Ya anteriormente, en 555, cuando el concilio ecuménico Constantinopla II, los Padres retomaron según su entender la doctrina que el emperador Justiniano les había indicado el 5 de mayo de 552, a saber: seguimos en todo a los Santos Padres y Doctores, Ambrosio, Agustín, León [nombrados con muchos padres orientales] y recibimos todo lo que ha sido escrito y proclamado por ellos sobre la fe ortodoxa”. Los Padres de Constantinopla II recibían así los escritos de los cuatro Doctores latinos, todos expositores del Filioque, y aceptaban así, implícitamente, su doctrina sobre la procesión eterna del Espíritu Santo a partir del Hijo.

La tradición oriental, reaccionando contra el error semi-arriano del “Espíritu Santo creatura del Hijo”, expresa primeramente el carácter de orígen primero del Padre respecto del Espíritu. Afirma que éste salió del Padre por medio del Hijo. La Tradición occidental reaccionó reacciona contra otro aspecto del arrianismo: “el Hijo tenido por creado, no podría producir una Persona divina”, como el Espíritu. Expresa primeramente la comunión consubstancial entre  Padre e Hijo en la producción eterna del Espíritu: es, también, en tanto que Padre de un Hijo único que el Padre está con Él, origen primero del Espíritu, único principio del que procede el Espíritu (ver CIC 247-248)

Notas
  • Los cristianos de Oriente y de Occidente expresan de manera diferente su fe única en el Espíritu que comparten e, igualmente, su manera de comprender el símbolo original único que poseen en común (CIC 210). Constatemos que en la Iglesia católica, en el Credo de Nicea dicho en griego, la formulación de 381 es solo empleada sin la añadidura del Filioque.
  • Inspirándonos en un documento recientemente publicado en Roma por el Secretariado por la promoción de la unidad de los cristianos, podemos reunir en su secuencia (sobre todo oriental) que pueden ser consideradas como comentarios patrísticos que apuntan hacia el Filioque:
    • Gregorio de Nacianceno dice que el Espíritu es un “término medio entre el Inengendrado y el engendrado” (MG 90, 672 C);
    • Máximo el Confesor escribía: “el Espíritu santo saca substancialmente su origen del Padre por medio del Hijo engendrado” (MG 90, 672 C);
    • Tarasio, patriarca de Constantinopla, desarrolla así el símbolo: El Espíritu Santo, Señor y vivificador, viene por la ekpóresis del Padre a través del Hijo [to ek tou Patros dia tou Huiou ekporeumenon]” (Mansi XII, 1122 D). Un texto análogo de san Juan Damasceno (MG 94, 1512 B) subraya también la “mediación” del Verbo en la venida del Espíritu, en términos casi idénticos. Ninguno de esos Padres dijo que el Espíritu Santo salió del Padre de manera únicamente inmediata, sin ningún rol del Hijo: todos insistieron sobre el dia del Hijo en la “ekpóresis” del Espíritu.
  • San Gregorio de Nacianceno caracteriza la relación de origen del Espíritu a partir del Padre mediante el término ekporeusis que distingue del de “procesión” (proienai) que el Espíritu tiene en común con el Hijo (Disc. 39, 12; SC 358, 175.
  • Retengamos, finalmente, la necesidad de examinar de cerca las opiniones del eminente patrólogo y ecuménico que fue el franciscano belga André de Halleux, muerto recientemente:
      • “un análisis del texto de los decretos de los dos concilios medievales (Lyon II y Florencia) permite afirmar que el monopatrismo ortodoxo no se encuentra de ninguna manera contradicho en su alcance auténtico. La condenación de Lyon no alcanza a aquellos para quienes la fórmula ek monou tou Patros permanecería conciliable con la participación del Hijo a una espiración enteramente subordinada a la causalidad primera  del Padre” (Irénikon, 1978, 460);
      • “la unanimidad recientemente descubierta (ver DC 1975, 7-8 y 1994, 1069) entre la Iglesia católica romana y las [antiguas] Iglesias ortodoxas en la fe en el misterio de la Encarnación muestra que es posible profesar la misma fe más allá de una divergencia en las fórmulas dogmáticas mismas.” Precisemos: el Padre de Halleux hace, sin duda, alusión a los esfuerzos de Constantinopla II (DS 424-426 y 428-430) y del concilio romano de Letrán en 649 (DS 506-508) para mostrar la no contradicción entre la fórmula de calcedonia de los naturalezas y la fórmula ciriloalejandrina de la única naturaleza encarnada del Dios Verbo”, precisando en cada caso el sentido de la palabra “naturaleza” (ver A. de Halleux, Proche –Orient, 1988, § 25, 16): con esos esfuerzos convergen las tentativas de nuestro tiempo señaladas por DC;
      • “la iglesia católica podrá restaurar el símbolo y reconocer la verdad innata del monopatrismo cuando la Iglesia ortodoxa reconozca de manera similar la autenticidad del Filioque, entendido en el sentido de ‘di Uiou’ [per Filium] tradicional” (Irénikon, 1978, 469).

No parece, sin embargo que hayamos alcanzado este punto; pero se han hecho progresos en el deseo de la unión.


San Epifanio, Ancoratus 66 y 67; MG 43, 137 A, B; Ancoratus 8; MG 43, 2 (RJ 1082); Cirilo de Alejandría, Thesaurus 34.

Ver p. 132, n.1.

DS 284: Spiritus de utroque procedit.

Mansi 9, 178; 9. 183

Ver también sobre todo este asunto: A. de Halleux, Irénikon 51 (1973), 469 y “La procesión del Espíritu Santo”, Proche-Oriente 38 (1988), 6-18. L. Vischer, La teología del Espíritu Santo, en el diálogo entre el Oriente y el Occidente, Paría, 1981; B. de Margerie, S.J. “Hacia una relectura del concilio de Florencia gracias a la reconsideración de la Escritura y de los Padres griegos y latinos”, Revue Thomiste 86 (1986), 31-81: del mismo autor, El Espíritu viene del Padre por el Hijo”, Orientalia Cristiana periodica 60 (1994), 337-362 – Dom  Germain Leblond, “Point de vue sur la procesión du Saint –Esprit”, Revue t comiste 78 (1978), 293-302.- Clarificación del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, en lo concerniente a la procesión del Espíritu Santo, DC, 1995, 940-945.- B. Schultze, S.J., “Die Pneumatologie des Symbols von Konstantinopel” OCP 47 (1981) 5-54; el autor estudia los textos de Gregorio Nacianceno mencionados arriba; del mismo autor, “Das Filioque bei Epiphanius von Cypern-Ancoratus, Panarion” Ostkirchliche Studien 35 (1986), 105-134 y 36 (1987), 281-300.- B. Studer, art. “Filioque”, Dictionnaire encyclopédique du christianisme ancien, Paris, 1990, 973-974. legitimado por introducción, el Concilio de Constantinopla (381) había modificado el Símbolo de Nicea sin preocuparse del acuerdo de los Latinos en el concilio de Éfeso (431), que prohibía admitir una confesión de fe diferente de la de Nicea, ignoraba la versión constantinopolitana.