A este respecto, en el encuentro con los jóvenes en Eslovaquia, el pasado mes de septiembre, algunos jóvenes mostraban una pancarta interesante. Tenía sólo dos palabras: "Todos hermanos". Me gustó. A menudo en los estadios, en las manifestaciones, en las calles se exponen pancartas para alentar la propia facción, las propias ideas, el propio equipo, los propios derechos. Pero la pancarta de esos jóvenes decía algo nuevo: que es hermoso sentirse hermanos y hermanas de todos, sentir que los demás forman parte de un nosotros, no gente de la que hay que tomar distancia. Estoy contento de verlos aquí todos juntos, unidos, aun proviniendo de países e historias tan distintas. ¡Sueñen con la fraternidad!
En griego hay un refrán iluminador: o fílos ine állos eaftós, "el amigo es otro yo". Sí, el otro es el camino para volver a encontrarse con uno mismo. No un espejo, sino otro. Ciertamente, cuesta salir de las propias zonas de confort, es más fácil estar sentados en el sofá frente a la televisión. Pero eso es algo viejo, no es de jóvenes. De jóvenes es reaccionar, abrirse cuando uno se siente solo, buscar a los demás cuando viene la tentación de cerrarse, entrenarse en esta "gimnasia del alma". Aquí nacieron los eventos deportivos más grandes, las Olimpíadas, el maratón. Más allá del espíritu de lucha que hace bien al cuerpo, está aquello que hace bien al alma: entrenarse para la apertura, recorrer largas distancias desde uno mismo para acortarlas con los demás, lanzar el corazón atravesando los obstáculos, cargar unos los pesos de los otros. Entrenarse en esto los hará felices, los mantendrá jóvenes y les hará sentir la aventura de vivir.
A propósito de aventura, Aboud, tu testimonio nos ha impactado: la huida, junto con los tuyos, de la amada y martirizada Siria, después de haber arriesgado varias veces la vida, a punto de ser asesinados en la guerra. Y después de tantos "no" y miles de dificultades, llegaron a este país del único modo posible, en barco, permaneciendo "en una roca sin agua y sin comida, esperando el amanecer y una nave de la guardia costera": una verdadera odisea de nuestros días. Y me vino en mente que, en la Odisea de Homero, el primer héroe que aparece no es Ulises, sino un joven, Telémaco, su hijo, que vivió una gran aventura.
No había conocido a su padre y estaba angustiado, desalentado porque no sabía dónde se encontraba y ni siquiera si estaba vivo. Se sentía sin raíces y estaba delante de una encrucijada: permanecer allí, a la espera, o quizá hacer una locura y lanzarse a la búsqueda. Hay varias voces, entre ellas la de la divinidad, que lo exhortan a ser valiente y a partir. Y él lo hace, se levanta, prepara el barco a escondidas y rápidamente, al despuntar el sol, sale a la aventura. El sentido de la vida no es quedarse en la playa esperando que el viento traiga novedades. La salvación está en mar abierto, está en el impulso, en seguir los sueños, los verdaderos, los que se sueñan con los ojos abiertos, que comportan esfuerzo, lucha, vientos contrarios, borrascas repentinas. Pero no hay que dejarse paralizar por el miedo, ¡sueñen en grande! ¡Y sueñen juntos! Como pasó con Telémaco, habrá quien intente detenerlos. Habrá siempre alguien que les dirá: "Déjalo, no te arriesgues, es inútil". Son los anuladores de sueños, los sicarios de la esperanza, los incurables nostálgicos del pasado.