la brújula para entender dónde estoy y hacia dónde voy. Pero, ¿cómo es posible reconocerlo? La persona que no desea está enferma o casi muerta.
Un deseo auténtico sabe tocar profundamente las cuerdas de nuestro ser, por lo que no se apaga ante las dificultades o contratiempos. Es como cuando tenemos sed: si no encontramos algo para beber, no nos rendimos, al contrario, la búsqueda ocupa cada vez más nuestros pensamientos y nuestras acciones, hasta que estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio para saciarla. Los obstáculos y los fracasos no ahogan el auténtico deseo, al contrario, lo hacen aún más vivo en nosotros.
A diferencia del deseo o la emoción del momento, el deseo perdura en el tiempo, incluso mucho tiempo, y tiende a concretizarse. Si, por ejemplo, un joven desea ser médico, tendrá que emprender un recorrido de estudios y un trabajo que le ocupará algunos años de su vida y, en consecuencia, tendrá que poner límites, decir "no", en primer lugar a otras carreras, pero también a posibles ocios y distracciones, sobre todo en los momentos de mayor intensidad de estudio. Sin embargo, el deseo de dar una dirección a su vida y de alcanzar esa meta le permite superar estas dificultades.
En efecto, un valor se vuelve bello y más fácil de realizar cuando es atractivo. Ser bueno es algo atractivo, todos queremos ser buenos. Como dijo alguien, "más importante que ser bueno es tener el deseo de llegar a serlo".
Llama la atención que Jesús, antes de realizar un milagro, suele interrogar a la persona sobre su deseo. Y a veces esta pregunta parece fuera de lugar. Por ejemplo, cuando se encuentra con el paralítico en el estanque de Betesda, que llevaba muchos años allí y nunca encontraba el momento adecuado para entrar en el agua.
Jesús le pregunta: "¿Quieres ser curado?" (Jn 5,6). ¿Por qué? En realidad, la respuesta del paralítico revela una serie de extrañas resistencias a la curación, que no sólo le afectan a él. La pregunta de Jesús era una invitación a hacer claridad en su corazón, a acoger un posible salto adelante: dejar de pensar en sí mismo y en su vida "como un paralítico", llevado por otros. Pero el hombre en la camilla no parece estar tan convencido.