San Crisóstomo y San Ambrosio señalaron que, después de realizar muchas excavaciones en Jerusalén, se encontraron tres cruces.
Como no se podía distinguir cuál era la de Jesús, trajeron hasta el Monte Calvario a una mujer agonizante y, al tocarla con dos de las cruces, ella empeoró. Pero al tocarla con la tercera, la enferma se recuperó instantáneamente. Entonces Santa Elena, el Obispo de Jerusalén Macario y miles de fieles llevaron la cruz en procesión por las calles de la ciudad.
La emperatriz halló otras reliquias de Jesús: los clavos que perforaron sus las manos y pies, el "Titulus Crucis" (la inscripción de la cruz), una parte de la túnica que utilizó antes de ser crucificado, un fragmento de la cuna donde Él reposó y la Escalera Santa que Jesús subió el Viernes Santo para ser juzgado.
También recuperó las reliquias de los Reyes Magos y descubrió el sepulcro donde fue enterrado Jesucristo.