Hoy celebramos el Cuarto Domingo de Adviento y la Iglesia nos invita a contemplar a María Virgen, pronta a dar a luz. El Evangelio para este último domingo de preparación para la Navidad está tomado de San Mateo (Mt 1, 18-24).
Ella, desde aquel "¡Sí!" con el que respondió al ángel el día de la Anunciación, empezó a preparar su humilde hogar al ritmo con el que iba preparando el corazón para acoger a su Hijo Jesús, el Salvador.
Y, ahí no queda todo. La Doncella de Nazareth no se queda ensimismada, o apartada de las necesidades de los demás. No. Ella sale al encuentro de su prima Isabel, llevando a su bebé, Jesús, en el vientre. No tiene temor en acudir a quien la requiere. María, la Virgen del Adviento, va en ayuda de quien está en necesidad. ¿Qué la mueve a casa de la prima? Pues el amor. ¡Todo el amor del mundo se está gestando en su vientre! ¡Benditos nueve meses en estado de buena esperanza!
Hoy, la Iglesia nos recuerda que es Ella, María Santísima, quien nos abre de par en par las puertas del amor y la esperanza. María es el pórtico de la Navidad; la garantía de que cada ser humano es capaz de albergar la vida y alcanzar el cielo.
Sugerencia práctica para estos días
Es hora de acudir a la Virgen María. Ella está por dar a luz y lleva nada menos que a Dios en su vientre. Ese niño será reconocido como el Salvador de las Naciones. ¡Cuánto gozo habrá experimentado la Madre de Dios!