Ante cerca de 26.000 personas reunidas en la Plaza de San Pedro, el Pontífice se asomó al balcón central de la basílica vaticana para dirigir al mundo la tradicional bendición Urbi et Orbi. La primera vez que lo hizo fue tras su elección como Papa, hace apenas ocho meses, el pasado 8 de mayo, cuando se presentó ante los fieles con el nombre de León XIV.
En su mensaje, el Papa subrayó que el auténtico camino hacia la paz pasa por la “responsabilidad”. “Si cada uno de nosotros, a todos los niveles, en lugar de acusar a los demás, reconociera ante todo sus propias faltas y pidiera perdón a Dios, y al mismo tiempo se pusiera en el lugar de quienes sufren, fuera solidario con los más débiles y oprimidos, entonces el mundo cambiaría”, afirmó.
El Santo Padre recordó que “Dios no es indiferente a nuestras miserias” y exhortó a no cerrar el corazón “a quien sufre”. Subrayó que, al hacerse hombre, Jesús “asume sobre sí nuestra fragilidad y se identifica con cada uno de nosotros”.
A continuación, enumeró así algunos de los rostros concretos del dolor contemporáneo: “con quienes ya no tienen nada y lo han perdido todo, como los habitantes de Gaza; con quienes padecen hambre y pobreza, como el pueblo yemení; con quienes huyen de su tierra en busca de un futuro, como los numerosos refugiados y migrantes que cruzan el Mediterráneo o recorren el continente americano”.