El último día del viaje internacional del Papa León XIV arrancó con una conmovedora visita al Hospital de la Cruz, de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz, uno de los más grandes para personas con discapacidades mentales del Medio Oriente.
El beato Padre Yaaqoub, sacerdote capuchino, lo fundó en 1919; en 1937 se convirtió en un manicomio y, en 1951, en un hospital para personas con discapacidades mentales. Las Hermanas Franciscanas de la Cruz, que orientan su vida a la oración ante el Crucifijo y al servicio del prójimo, continúan hoy su legado con dedicación y fidelidad.
El Santo Padre abandonó la Nunciatura Apostólica a primera hora de la mañana y se dirigió en coche hasta la congregación, atravesando carreteras donde numerosos fieles congregados le saludaban con alegría.
El Pontífice fue recibido entre cantos por la Madre Superiora de la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Cruz del Líbano, por la Superiora del Convento y por la Directora del Hospital, quienes lo acompañaron al auditorio de la institución.
Allí se encontraban las religiosas, varios enfermos y sus cuidadores, que no pudieron evitar la emoción al ver llegar a León XIV. La mayoría portaba pequeñas banderas del Vaticano y del Líbano que ondeaban con entusiasmo mientras saludaban con afecto al Santo Padre.