¡Qué luz tan potente proviene de la penumbra en la cual decidió retirarse san Chárbel, convertido en uno de los símbolos del Líbano en el mundo! Sus ojos se representan siempre cerrados, como para custodiar un misterio infinitamente más grande. A través de los ojos de san Chárbel, cerrados para ver mejor a Dios, nosotros seguimos percibiendo con mayor claridad la luz de Dios. Es bellísimo el canto que se le dedica: “Oh, tú que duermes y tus ojos son luz para los nuestros, sobre tus párpados ha florecido un grano de incienso”.
Queridos jóvenes, que también en los ojos de ustedes brille la luz divina y florezca el incienso de la oración. En un mundo de distracciones y vanidades, tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio.
Mientras se esfuerzan en hacer el bien, les pido que sean contemplativos como san Chárbel: rezando, leyendo la Sagrada Escritura, participando en la Santa Misa, deteniéndose en adoración. El Papa Benedicto XVI decía a los cristianos de Medio Oriente: «Os invito a cultivar de forma continua la amistad verdadera con Jesús por medio del poder de la oración» (Exhort. ap. Ecclesia in Medio Oriente, 63).
Queridos amigos, entre todos los santos resplandece la Toda Santa, María, Madre de Dios y Madre nuestra. Muchos jóvenes llevan siempre consigo un rosario, en el bolsillo, en la muñeca o al cuello. ¡Qué hermoso es mirar a Jesús con los ojos del corazón de María! También desde aquí, donde estamos en este momento, ¡qué dulce es levantar la mirada hacia Nuestra Señora del Líbano con esperanza y confianza!
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Queridos jóvenes, permítanme finalmente entregarles la oración, simple y bellísima, atribuida a san Francisco de Asís:
“Oh, Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde haya odio, que lleve yo el amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la unión. Donde haya duda, que lleve yo la fe. Donde haya error, que lleve yo la verdad. Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría. Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz”.
Que esta oración mantenga viva en ustedes la alegría del Evangelio, el entusiasmo cristiano. “Entusiasmo” significa “tener a Dios en el alma”. Cuando el Señor habita en nosotros, la esperanza que Él nos da se vuelve fecunda para el mundo. Verán, la esperanza es una virtud pobre, porque se presenta con las manos vacías; son manos libres para abrir las puertas que parecen cerradas por el cansancio, el dolor y la desilusión.
El Señor estará siempre con ustedes, y estén seguros del apoyo de toda la Iglesia en los desafíos decisivos de su vida y de la historia de su amado país. Los confío a la protección de la Madre de Dios y Señora nuestra, que desde la cima de esta montaña contempla este nuevo florecer. Jóvenes libaneses, ¡crezcan vigorosos como los cedros y hagan florecer al mundo con esperanza!
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