El Papa León XIV también centró su discurso en una de las preocupaciones que han asomado en su pontificado tal y como puso por escrito en su segunda carta apostólica Trazar nuevos mapas de esperanza: que los jóvenes cultiven el diálogo interior y saquen tiempo para rezar. “En un mundo de distracciones y vanidades, tengan cada día un tiempo para cerrar los ojos y mirar sólo a Dios. Él, aunque a veces parezca silencioso o ausente, se revela a quien lo busca en el silencio”, exhortó.
“Cuando el Señor habita en nosotros, la esperanza que Él nos da se vuelve fecunda para el mundo”, añadió.
El Pontífice también utilizó la imagen del cedro —emblema de la historia y la resistencia libanesa— para iluminar el camino hacia la paz y la estabilidad de una generación que, aún herida por las crisis económica y la guerra.
"¡Sean la savia de esperanza que el país espera!"
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“Recurran a las raíces buenas del compromiso de quienes sirven a la sociedad y no se sirven de ella para interés propio. Con un compromiso generoso por la justicia, proyecten juntos un futuro de paz y desarrollo. ¡Sean la savia de esperanza que el país espera!”, aseguró el Pontífice, que puso en manos de los jóvenes la tarea de reactivar un tejido social fatigado.
El mensaje del Papa León XIV también respondió a una inquietud planteada por los propios jóvenes: ¿Dónde encontrar un punto firme para perseverar en el compromiso por la paz?
Para el Santo Padre, ese punto firme “no puede ser una idea, un contrato o un principio moral”. “El verdadero principio de vida nueva es la esperanza que viene de lo alto: ¡es Cristo!”, concluyó. Al final del encuentro, el Papa se puso de pie y, con la estola roja sobre los hombros, bendijo a todos los jóvenes.
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