El Papa León XIV visitó este lunes la tumba de San Chárbel, el sacerdote y monje ermitaño libanés profundamente venerado en el país de los cedros y convertido en un auténtico puente espiritual entre Oriente y Occidente.
A continuación, el discurso del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas:
Agradezco al Superior General sus palabras y su hospitalidad en este hermoso Monasterio de Annaya. La naturaleza que rodea esta casa de oración nos atrae también con su austera belleza. Doy gracias a Dios por haberme concedido venir como peregrino a la tumba de san Chárbel. Mis predecesores —especialmente san Pablo VI, que lo beatificó y canonizó— lo habrían deseado mucho.
Queridos hermanos, ¿qué nos enseña hoy san Chárbel? ¿Cuál es el legado de este hombre que no escribió nada, que vivió oculto y silente, pero cuya fama se extendió por todo el mundo? Me gustaría resumirlo así: el Espíritu Santo lo moldeó para que enseñara la oración a quienes viven sin Dios, el silencio a quienes habitan en medio del bullicio, la modestia a quienes viven para aparentar y la pobreza a quienes buscan las riquezas. Son todos comportamientos a contracorriente, pero precisamente por eso nos atraen, como el agua fresca y pura atrae a quien camina por el desierto.
En particular, a nosotros, obispos y ministros ordenados, san Chárbel nos recuerda las exigencias evangélicas de nuestra vocación. Sin embargo, su coherencia, tan radical como humilde, es un mensaje para todos los cristianos.