En el marco de su viaje a Turquía, el Papa León XIV encabezó un Encuentro Ecuménico de Oración cerca de las excavaciones arqueológicas de la antigua Basílica de San Neófito en İznik, para conmemorar 1.700 años del Primer Concilio de Nicea, uno de los momentos más importantes de su viaje. Allí, dirigió un discurso en el que destacó la fe en Cristo como el elemento fundamental hacia la comunión. A continuación, el texto completo:
Queridos hermanos y hermanas:
En una época dramática en muchos aspectos, en la que las personas se ven sometidas a innumerables amenazas a su propia dignidad, el 1700 aniversario del Primer Concilio de Nicea es una valiosa ocasión para preguntarnos quién es Jesucristo en la vida de las mujeres y los hombres de hoy, quién es para cada uno de nosotros.
Esta pregunta interpela de manera particular a los cristianos, que corren el riesgo de reducir a Jesucristo a una especie de líder carismático o superhombre, una tergiversación que al final conduce a la tristeza y la confusión.
Al negar la divinidad de Cristo, Arrio lo redujo a un simple intermediario entre Dios y los seres humanos, ignorando la realidad de la Encarnación, de modo que lo divino y lo humano quedaron irremediablemente separados. Pero si Dios no se hizo hombre, ¿cómo pueden los mortales participar de su vida inmortal? Esto estaba en juego en Nicea y está en juego hoy: la fe en el Dios que, en Jesucristo, se hizo como nosotros para hacernos llegar «a participar de la naturaleza divina».
Esta confesión de fe cristológica es de fundamental importancia en el camino que los cristianos están recorriendo hacia la plena comunión: de hecho, es compartida por todas las Iglesias y comunidades cristianas del mundo, incluidas aquellas que, por diversas razones, no utilizan el Credo Niceno-Constantinopolitano en sus liturgias.