El Aula Pablo VI del Vaticano, la misma donde el Papa León XIV recibió a los periodistas que habían cubierto el cónclave en su primera audiencia pública, se convirtió por un día en un comedor gigante para cerca de 1.300 personas pobres.
“Lo han vivido como un verdadero regalo del cielo”, confiesa Sor Encarnación García, una de las voluntarias que sirvió el almuerzo y que vio, a pocos metros del Papa, cómo rostros marcados por la dureza de la calle y la soledad se iluminaban de dignidad.
“Fue un momento enternecedor. Estaban radiantes, muy contentos”, explica esta religiosa, consejera provincial de obras de las Hijas de la Caridad de España Centro, que todavía habla conmovida.
El almuerzo fue organizado por la Congregación de la Misión en nombre de todos los misioneros vicencianos del mundo, quienes celebran este año el 400º aniversario del nacimiento de su fundador, y de las Hijas de la Caridad, que también forman parte de la familia vicentina.