El sacerdote argentino Pedro Opeka, misionero desde hace más de tres décadas en Madagascar, se encuentra de visita en su país natal. Durante las próximas semanas recorrerá distintas comunidades de Buenos Aires y del norte argentino, testimoniando que la esperanza, el trabajo y la fe pueden transformar la vida de los pueblos.
Referente mundial en la lucha contra el hambre y la pobreza, Opeka fundó Akamasoa, una ciudad levantada sobre lo que antes era un basural. Allí, la educación, el trabajo y la fe se convirtieron en pilares de una comunidad que hoy cuenta con 22 barrios y más de 4.000 viviendas para unos 30.000 habitantes, además de escuelas, hospitales y bibliotecas. Cada domingo, unas 10.000 personas participan de la Misa.
Cuando llegó a Madagascar a los 22 años, Opeka se encontró con un escenario de “violencia, robos, mentiras, envidias y ninguna solidaridad”, relató a ACI Prensa en marzo pasado. Tras su ordenación sacerdotal, regresó decidido a cambiar esa realidad.
Un mensaje de fe y compromiso
Durante su visita, el Padre Opeka ha mantenido encuentros con distintas comunidades. Comenzó su itinerario en Buenos Aires con un encuentro con Los Espartanos, agrupación dedicada a la reinserción social a través del deporte, y luego celebró una Misa por los fieles difuntos en el barrio de Floresta.
El martes presidió la Eucaristía en el Santuario de la Medalla Milagrosa, donde, ante una multitud, recordó: “Somos todos la familia de Dios, somos todos hermanos y hermanas. En el nombre de Jesús doy testimonio de un pueblo olvidado que se puso de pie porque amaba a sus hijos y quería un futuro mejor para ellos”.