5 de diciembre de 2025 Donar
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En nuevo informe del Vaticano, víctimas de abusos denuncian represalias, silencio y lentitud

Presentación del informe en la Oficina de Prensa del Vaticano/ Crédito: Daniel Ibañez/ EWTN News

La Comisión Pontificia para la Protección de los Menores del Vaticano da voz en su último informe a las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia que denuncian la persistencia de la “cultura del silencio”, así como lentitud de la justicia y otras fallas graves como “represalias” contra quienes denuncian.

El segundo informe anual elaborado por la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, organismo creado por el Papa Francisco en 2014, recoge testimonios de víctimas y sobrevivientes y pide reforzar la transparencia en los procesos de investigación y sanción de abusos sexuales dentro de la Iglesia.

El documento constata que las comunidades eclesiales tienden aún a referirse al abuso sólo como un “pecado” y no como un “delito”. “No deberíamos tener que vivir con la incertidumbre sobre si los perpetradores realmente se hacen responsables por el daño causado”, expresa una de las víctimas en el documento.

La comisión constata que continúa en activo la práctica de trasladar a los perpetradores a otras diócesis, lo que representa una forma de obstrucción de la justicia y un riesgo de nuevos abusos. En ese sentido, recomienda el “desarrollo de protocolos sólidos” para hacer frente a los culpables.

Evaluaciones psiquiátricas a sacerdotes 

Otro de los reclamos constantes de las víctimas es la “verificación rigurosa de antecedentes penales y psicológicos” para todo el personal de la Iglesia. Las víctimas piden, según el informe, que haya “evaluaciones psiquiátricas antes y durante el ministerio sacerdotal”, así como la investigación de antecedentes de todo el personal no clerical que tenga contacto con menores o adultos vulnerables.

Por otro lado, se subraya la urgencia de una mayor celeridad en la “destitución” de los responsables eclesiales que han cometido abusos o que han encubierto los casos y advierte de que las víctimas tienen un “derecho fundamental a acceder a información sobre su caso” que no se está respetando.

El informe señala que es esencial “reconocer el daño causado, ofrecer disculpas genuinas y adoptar medidas significativas para prevenir futuros abusos”. 

Sin embargo, alerta de que “en muchos casos, las víctimas/sobrevivientes informan que la Iglesia ha respondido con acuerdos vacíos, gestos teatrales falsos y una negativa persistente a colaborar de buena fe”.

Una novedad destacada de esta segunda edición es la incorporación formal de la voz de las víctimas mediante el denominado Grupo Focal de Víctimas/Sobrevivientes del Reporte Anual. 

En la primera edición de este informe anual se puso en marcha este método de escucha individual a las víctimas en el continente americano, pero ahora se ha ampliado a todas las regiones del mundo. La comisión enfatiza que “escuchar a las víctimas/sobrevivientes y reconocer sus experiencias es un paso fundamental hacia la justicia y la reparación”.

Fuerte resistencia a implementar reformas de salvaguardia

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Entre los hallazgos más preocupantes, el informe señala que muchas víctimas mencionan una “fuerte resistencia” de algunos líderes de la Iglesia “a implementar reformas de salvaguardia”, lo que genera inconsistencias entre diócesis y abre lagunas que pueden favorecer la impunidad de los abusadores. 

Como señala una víctima, “la falta de coherencia entre las diócesis permite que los abusadores actúen sin ser detectados”.

La comisión también recoge testimonio sobre la persistencia de la “cultura del silencio, la práctica de culpar a la víctima y los estigmas que impiden que las personas denuncien el abuso”. 

Una víctima relató: “Después de que hablé, mi propia parroquia se volvió contra mí. La gente decía que yo estaba tratando de destruir la reputación del sacerdote”.

El informe también alerta sobre barreras adicionales para comunidades marginadas y señala que “la politización y la polarización de las cuestiones de género han amenazado importantes diálogos y avances en torno a cuestiones urgentes, relacionadas con la salvaguardia de personas”.

Otra víctima denuncia “la fuerte cultura patriarcal de la Iglesia local que impide que las mujeres y las niñas hablen”.

Relatos inquietantes sobre represalias

El informe también documenta que algunas víctimas proporcionaron “relatos inquietantes” sobre “represalias” tomadas hacia quienes denuncian abusos, que van desde amenazas a familiares hasta manipulación institucional y discriminación social. 

“La Comisión reconoce que las víctimas/sobrevivientes y sus defensores pueden correr el riesgo de sufrir discriminación, consecuencias profesionales o exclusión social, entre otras formas de represalia”, se lee en el informe.

Otro hallazgo crítico es la “lentitud en la administración de justicia dentro de la Iglesia”, que genera frustración entre las víctimas y limita la eficacia de las medidas disciplinarias. 

La comisión señala que esta preocupación también es compartida por muchos obispos, especialmente “en el contexto de los desafíos que enfrentan y la necesidad de desarrollar formas más eficientes para abordar los problemas disciplinarios dentro de la Iglesia”.

Además, según el informe, las víctimas perciben que la Curia Romana “carece de sensibilidad hacia ellas”, lo que dificulta que sus experiencias sean consideradas en la formulación de políticas y en los procesos de supervisión institucional.

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El documento aún no ofrece cifras sobre el número de víctimas o de clérigos pedocriminales. Sin embargo, da un amplio espacio a las víctimas e insiste en que la Iglesia debe “publicar declaraciones oficiales que reconozcan el daño causado y que asuman la responsabilidad por parte de toda la Iglesia”.

De esta manera, recomienda “estudiar la adopción de un protocolo de comunicaciones que contenga normas mínimas para la difusión de información sobre casos de abuso de manera pública y privada”. 

El objetivo, se afirma, es asegurar “prácticas de comunicación centradas en las víctimas y en el tratamiento del trauma”.

Celeridad en los procedimientos de destitución y sanciones claras

El informe subraya la necesidad de establecer un “procedimiento simplificado” para la destitución de líderes eclesiales responsables de abusos o encubrimientos. 

Según el texto, “es importante comunicar claramente las razones de dimisión o destitución y emitir una declaración pública cuando estas razones estén relacionadas con el abuso de menores o adultos vulnerables, negligencia o acciones menos graves que, sin embargo, hayan llevado a tal decisión”.

Además, advierte que “las víctimas/sobrevivientes no deben ser dejadas en la incertidumbre respecto a la responsabilidad de los abusadores y de quienes les permitieron o encubrieron estos abusos”. 

Recalca asimismo que la creación de “entornos seguros que garanticen medidas disciplinarias tangibles y proporcionales a la gravedad del delito causado son formas esenciales de reparación para las víctimas/sobrevivientes”.

Entre sus recomendaciones, el documento propone “implementar programas de sensibilización dirigidos al clero, a los religiosos y a los fieles laicos para favorecer un proceso de sanación colectiva”. 

También se enfatiza la necesidad de fortalecer las prácticas de salvaguardia, que deben “contar con sanciones significativas para los perpetradores y facilitadores de abusos”.

Evaluación constante de los avances en la gestión de abusos 

La comisión propone la creación de un observatorio mundial sobre salvaguardia y derechos humanos, que permita “una evaluación eficaz de los progresos realizados por las Iglesias locales y las órdenes religiosas en cuanto a la aplicación concreta de sus políticas de salvaguardia”.

También detalla que es necesario “medir y documentar la gestión de los abusos a través de la interacción directa entre la Comisión y las Iglesias locales u otros organismos eclesiales”, complementando estos datos con información procedente de diversas fuentes para garantizar un “proceso de recopilación de información exhaustivo”.

Asimismo, se destaca la importancia de establecer un mecanismo institucional coherente para la presentación de denuncias dentro del ministerio de salvaguardia. 

La comisión señala que esta herramienta permitiría cumplir con la petición del Papa Francisco de contar con “un informe fiable sobre lo que está sucediendo y lo que debe cambiar, para que las autoridades pertinentes puedan actuar”.

Cobertura de los costos médicos y psicológicos de las víctimas de abuso

En su Segundo Informe Anual sobre las Políticas y Procedimientos de Tutela en la Iglesia, la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores también subraya la necesidad de que la Iglesia asuma directamente los gastos derivados de los casos de abuso, incluidos los tratamientos médicos y psicológicos.

En esta línea, advierte que “los acuerdos financieros que no tienen en cuenta específicamente estos costos, generalmente, no son un medio efectivo de reparación para víctimas/sobrevivientes, ya que el tratamiento profesional apoya significativamente su recuperación”.

El informe reconoce además que, aunque en muchos casos estos servicios se ofrecen dentro de la propia Iglesia, algunas víctimas pueden preferir “acceder a dichos servicios fuera de la Iglesia en la que fueron abusados”, aludiendo a la importancia de respetar esa decisión y garantizar que los recursos estén disponibles también fuera del ámbito eclesial.

Indemnizaciones económicas

La comisión observa que las normas, costumbres y prácticas dentro de los sistemas jurídicos estatales varían en cuanto a la cuestión de compensar económicamente a las víctimas de abuso sexual en entornos católicos.

“En algunas jurisdicciones, es poco probable que las víctimas/sobrevivientes reciban compensación económica alguna por parte de los sistemas jurídicos estatales. En otras jurisdicciones, las indemnizaciones económicas a gran escala han obligado a las diócesis a solicitar protección jurídica en los tribunales de quiebras”, se lee en el informe.

Sin embargo, más allá de las instancias judiciales civiles, el organismo del Vaticano se cuestiona “si la Iglesia debe proporcionar voluntariamente una compensación económica que vaya más allá del pago de servicios específicos para las víctimas/sobrevivientes (médicos, terapéuticos y psicológicos)”.

El informe también recuerda que el Derecho Canónico ya contempla la posibilidad de reclamar daños, si bien reconoce que tiene “un alcance limitado”.


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