El Papa León XIV presidió este jueves en la Plaza de San Pedro del Vaticano la Misa con motivo del Jubileo de la Vida Consagrada, un evento que ha reunido en Roma a consagrados de diversas formas de vida.
A continuación, la homilía del Papa León XIV:
"Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, llamen y se les abrirá." (Lc 11,9). Con estas palabras, Jesús nos invita a dirigirnos con confianza al Padre en todas nuestras necesidades.
Nosotros las escuchamos en el marco de la celebración del Jubileo de la Vida Consagrada, que los ha reunido aquí en gran número, venidos desde muchas partes del mundo —religiosos y religiosas, monjes y contemplativas, miembros de los institutos seculares, los pertenecientes a la Orden de las Vírgenes, eremitas y miembros de “nuevos institutos”— que llegados a Roma para vivir juntos la peregrinación jubilar, para confiar nuestra vida a esa misericordia de la cual, a través de la profesión religiosa, se han comprometido a ser signo profético, porque vivir los votos es abandonarse como niños en los brazos del Padre.
“Pedir”, “buscar”, “llamar” —los verbos de la oración usados por el evangelista Lucas— son actitudes familiares para ustedes, habituados por la práctica de los consejos evangélicos a pedir sin exigir, dóciles a la acción de Dios. No es casual que el Concilio Vaticano II hable de los votos como un medio útil "para traer de la gracia bautismal fruto copioso" (Const. dogm. Lumen Gentium 44). “Pedir”, de hecho, es reconocer, en la pobreza, que todos es don del Señor y dar gracias por todo; “buscar” es abrirse, en la obediencia, a descubrir cada día el camino que debemos seguir para alcanzar la santidad, según los designios de Dios; “llamar” es pedir y ofrecer a los hermanos los dones recibidos con corazón puro, esforzándose en amar a todos con respeto y gratuidad.
Podemos leer en este sentido, las palabras que Dios dirige al profeta Malaquías en la primera lectura. Él llama a los habitantes de Jerusalén "mi propiedad exclusiva" (Ml 3,17) y dice al profeta: "tendré compasión de ellos, como un hombre tiene compasión de su hijo" (íbid.).
Son expresiones que nos recuerdan el amor con el que el Señor, al llamarnos, nos ha precedido: una ocasión, en particular para ustedes, para hacer memoria de la gratuidad de su vocación, comenzando desde los orígenes de las congregaciones a las que pertenecen hasta el momento presente, desde los primeros pasos de su itinerario personal hasta este instante.