El iraquí Van Milkhaeel de 29 años y el palestino Fadi Touma, de 26, viven en sociedades rotas, donde el cristianismo es minoría y donde falta liderazgo para remendar la confianza entre las comunidades.
Desde hace dos años, forman parte del Consejo de Jóvenes del Mediterráneo: un espacio de escucha y colaboración que nació para construir un camino de fraternidad y acogida recíproca entre las comunidades que viven a orillas del Mare Nostrum.
Gianluca Marchetti, subsecretario de la Conferencia Episcopal Italiana, explica a ACI Prensa que esta iniciativa es como “una inversión de confianza en estos jóvenes que provienen de tierras marcadas por grandes sufrimientos o dificultades, pero que con su entusiasmo pretenden ser semillas de esperanza”.
El objetivo, subraya, es que los jóvenes puedan experimentar cómo la fe puede “construir puentes, fomentar la amistad, el diálogo y la reflexión”. “Esto permite ver un futuro diferente, derribar muros y comprender que lo que damos por sentado para nosotros no lo es necesariamente para otros”, agrega.
Prueba de ello es cómo han vivido esta experiencia Van y Fadi. Para ellos, poder compartir con otros jóvenes de Oriente Medio y del sur de Europa las dificultades que encaran al vivir cotidianamente su fe ha supuesto un cierto alivio a la herida espiritual que arrastran.