Un obispo católico chino de 91 años, que sufrió cárcel y acoso constante por parte del régimen comunista, murió el sábado 6 de septiembre. Los fieles recuerdan estas palabras suyas: “En China, seguir el camino correcto creyendo en Dios y manteniendo una fe pura conduce inevitablemente a la persecución”.
Mons. Placidus Pei Ronggui, obispo clandestino de la Diócesis de Luoyang, sufrió cárcel en varios momentos luego de 1988, debido a su negativa a hacer parte de la Asociación Patriótica Católica China, organismo controlado por el Partido Comunista chino que detenta el poder en el gigante asiático.
Según informa Asia News, el prelado fue monje trapense y conocía la historia de dos abadías que estuvieron en Hebei, provincia de la que era originario: una que fue destruida por las milicias comunistas en 1947 y otra en la que fueron asesinados 33 monjes y los que quedaron debieron huir.
De acuerdo a Bitter Winter (invierno amargo), institución dedicada a la libertad religiosa y los derechos humanos en China, en 1950 el P. Pei fue nombrado director de la Legión de María, grupo dedicado al voluntariado. En ese cargo se dedicó a predicar y difundir el evangelio en la región de Tianjin, situada en el noreste de China.
En diciembre de ese año fue arrestado por las autoridades chinas, condenado a 15 años de cárcel bajo el cargo de ser “contrarrevolucionario”. En prisión fue obligado a estudiar la ideología del Partido Comunista. Al salir de la cárcel era detenido por la policía regularmente para ser adoctrinado.
Fue ordenado sacerdote en 1981, con 48 años, cuando terminó la llamada “revolución cultural” de Mao, que llevó a la persecución masiva de millones de personas.