Parece salido directamente de una película de ciencia ficción.
Excepto que se trata de la más reciente demostración de Neuralink de Elon Musk: mostrando flujos de datos cerebrales que podrían permitir a los seres humanos comunicarse “miles, quizás millones de veces más rápido” e incluso devolver el movimiento a los paralizados y la vista a los ciegos.
El año pasado, Neuralink se convirtió en la primera empresa en implantar un chip cerebral en un paciente humano. En julio, la compañía anunció que ya cuenta con siete pacientes en ensayos clínicos, con ELA o lesiones paralizantes de la columna, equipados con el implante del tamaño de una moneda, lo que les permite escribir, navegar y jugar ajedrez en sus dispositivos sólo con el pensamiento; hitos que Musk consideró elementales en comparación con las metas ambiciosas que planea alcanzar antes del lanzamiento comercial de la tecnología previsto para 2028.
La última “Actualización Neuralink, verano de 2025” de Musk, y su visión de lograr “un cambio fundamental en lo que significa ser humano”, plantea complejas preguntas antropológicas que la Iglesia Católica debe responder a medida que la tecnología avanza.
El Papa León XIV, siguiendo la obra de sus predecesores, ya ha comenzado a formular una respuesta a los progresos de la inteligencia artificial, subrayando que cualquier avance tecnológico debe evaluarse “a la luz del desarrollo integral de la persona humana y de la sociedad”.
“La inteligencia artificial, especialmente la generativa, ha abierto nuevos horizontes en muchos niveles diferentes, entre ellos la mejora de la investigación en el ámbito sanitario y los descubrimientos científicos”, dijo el Papa en un mensaje dirigido a los participantes de la conferencia sobre IA celebrada este verano en el Vaticano.