San John Henry Newman: De ser considerado un "infiltrado" a doctor de la Iglesia Católica

El P. Calvo también destaca la figura de Newman como un hombre “de profunda verdad y profunda fe”, cuya conversión al catolicismo en 1845 fue el resultado de un itinerario marcado por la docilidad a la luz del Espíritu Santo.

“Todo lo que fue haciendo en su vida —también en su camino de conversión— lo vivió con una integridad moral absoluta. Él mismo decía que pedía al Señor no la luz para toda su vida, sino para el siguiente paso, y la fuerza para poder darlo”, subraya.

Esa actitud de discernimiento constante, añade el P. Calvo, es particularmente inspiradora en un tiempo como el actual, donde urge recuperar una espiritualidad guiada por la escucha de Dios y no por proyectos personales “voluntaristas”.

Tras su conversión fue visto por por el ambiente católico como un “infiltrado”

Desde su conversión, San John H. Newman se enfrentó tanto a incomprensiones del mundo anglicano como a recelos en el mundo católico, donde llegó a ser visto incluso como un “infiltrado" o "una especie de caballo de Troya”. Pese a ello, “el Papa León XIII disipó esas sospechas al nombrarlo cardenal”, recuerda Calvo. 

Uno de los mayores legados de Newman fue su firme apuesta por la formación del laicado. Como rector de la Universidad Católica de Irlanda en Dublín, promovió no solo la formación de buenos profesionales, sino sobre todo de “buenos cristianos que diesen testimonio de su fe en sus ambientes”, detalla el experto. Esta visión, que hoy parece evidente tras el Concilio Vaticano II, fue en su momento profundamente innovadora.

El Cardenal Newman fue además un adelantado a su tiempo que tuvo que encarar el reto de responder a las corrientes racionalistas y al empirismo inglés, representado por figuras como Hume y Locke. “Supo responder desde una fe profundamente razonada, asumiendo los presupuestos filosóficos de la modernidad, pero con la espiritualidad agustiniana como raíz”, subraya el P. Calvo.

Pero más allá de su brillantez intelectual, Newman fue, sobre todo, un testigo de santidad. “Ser cristiano es un encuentro personal con Cristo que transforma toda la vida. Newman lo entendió así, inspirándose en la radicalidad de los cristianos de los primeros siglos, en el testimonio de los mártires, en el ejemplo de los santos”, indica.

En este sentido, el P. Calvo recuerda el lema de Newman: Cor ad cor loquitur (el corazón habla al corazón), y afirma: “La fe se transmite persona a persona, por contagio de vida. No son los tratados, sino los testigos, los que evangelizan”.

La proclamación de Newman como doctor de la Iglesia no solo reconoce su santidad, sino que propone su pensamiento como una guía segura para los creyentes de hoy. “Aprendemos de su vida, pero también de sus escritos —concluye el P. Calvo—. Su camino intelectual, su discernimiento teológico y filosófico, son una luz clara para que el cristiano crezca en su fe en este mundo complejo, que tanto necesita maestros auténticos y santos verdaderos”.