Menos de 70 años después de que Charles Darwin publicara El origen de las especies, el pequeño pueblo de Dayton, Tennessee (Estados Unidos), se convirtió en el centro del debate estadounidense sobre la evolución humana, la interpretación del Génesis y los sentimientos más amplios sobre el cristianismo.
El 21 de julio de 1925 —hace exactamente un siglo— el maestro suplente John T. Scopes fue declarado culpable de violar una ley estatal que prohibía enseñar la evolución en las escuelas. Su multa de 100 dólares (equivalente a 1.837 dólares hoy) fue anulada por la Corte Suprema de Tennessee. Tanto entonces como ahora, el juicio ampliamente publicitado ha sido retratado como un microcosmos de la supuesta batalla entre “ciencia” y “religión”.
Scopes fue defendido por el abogado Clarence Darrow de la Unión Americana de Libertades Civiles (ACLU), quien era agnóstico religioso. William Jennings Bryan, cristiano protestante y tres veces candidato presidencial del Partido Demócrata, defendió la ley estatal y una interpretación literalista de los primeros capítulos del Génesis.
Durante el juicio, Darrow llamó a Bryan al estrado como experto en la Biblia y procedió a interrogarlo sobre ciertos textos bíblicos y cuestionar su exactitud histórica. Esa línea de preguntas permitió a Darrow usar el juicio como una lucha indirecta contra el cristianismo mismo. Aunque esa parte del juicio fue desestimada por el juez por no ser relevante para los cargos contra Scopes, se recuerda por su impacto en los debates del siglo XX sobre la evolución humana y el cristianismo.
La obra de teatro de 1955 y la película de 1960 Inherit the Wind (Heredarás el viento) enfatizaron la narrativa de “ciencia vs. religión”, consolidando efectivamente esa percepción en la cultura estadounidense.