El Papa León XIV celebró este domingo una Misa en la Parroquia Pontificia de San Tommaso da Villanova, en el centro histórico de Castel Gandolfo, donde está transcurriendo un periodo de reposo. Lea aquí la homilía completa:
Hermanos y hermanas: Comparto con ustedes la alegría de celebrar esta Eucaristía y deseo saludar a todos los presentes, a la comunidad parroquial, a los sacerdotes, a las religiosas y religiosos, a las autoridades civiles y militares. Hemos escuchado en el Evangelio de este domingo una de las más hermosas y sugestivas parábolas narradas por Jesús: la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37).
Este relato sigue desafiándonos también hoy, interpela nuestra vida, sacude la tranquilidad de nuestras conciencias adormecidas o distraídas y nos provoca contra el riesgo de una fe acomodada, ordenada en la observancia exterior de la ley, pero incapaz de sentir y actuar con las mismas entrañas compasivas de Dios.
La compasión, en efecto, está en el centro de la parábola. Y si consideramos que en el relato evangélico esta compasión se describe por medio de las acciones del samaritano, lo primero que el pasaje subraya es la mirada.
De hecho, frente a un hombre herido que está al borde del camino después de haber sido despojado por unos bandidos, del sacerdote y del levita se dice: «lo vio y siguió su camino» (v. 32); del samaritano, en cambio, el Evangelio afirma: «lo vio y se conmovió» (v. 33).