Bajo la sombra de los pinos romanos, los estadounidenses en Roma celebraron este 4 de julio algo más que barbacoas y fuegos artificiales: la histórica elección del primer Papa nacido y criado en Estados Unidos.
“Celebremos este hito de tener un Papa estadounidense en el Día de la Independencia, en un espíritu de amistad, libertad y propósito compartido”, expresó Laura Hochla, encargada de negocios de la Embajada de Estados Unidos ante la Santa Sede, dirigiéndose a los presentes en Villa Richardson, residencia del embajador estadounidense.
La tradicional celebración anual por la Independencia, realizada el 30 de junio, conmemoró no solo el 249º aniversario de la fundación de Estados Unidos, sino también el 41º aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas formales entre Washington y la Santa Sede, vínculos que cobran un nuevo significado bajo el pontificado de León XIV, originario de Chicago y también nacionalizado peruano.
Durante la recepción, el Arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados de la Santa Sede, afirmó que la elección del Papa León XIV ha llevado “a otro nivel” la contribución de Estados Unidos a la Iglesia, mientras ofrecía un repaso histórico de las relaciones entre ambos Estados.
“Como inglés, siempre he abordado la celebración del 4 de julio y la independencia americana con cierta dosis de humor más que de solemnidad. Pero ahora que tenemos un Papa estadounidense, tengo que replantearme mis palabras”, bromeó Mons. Gallagher, originario de Liverpool.
El arzobispo recordó que la presencia de la Iglesia Católica en Estados Unidos se remonta a los primeros días de la república, con humildes misioneros e inmigrantes. “Los católicos eran vistos a veces con sospecha en su tierra adoptiva. Sin embargo, a medida que su número creció, también lo hizo su contribución a la sociedad estadounidense”, señaló.