En la noche del 28 de mayo de 1964, en el pueblo de Elche de la Sierra, Albacete (España), un grupo de diez jóvenes salieron de sus casas a escondidas y, con paciencia, cubrieron el suelo con virutas teñidas a lo largo del recorrido que haría al día siguiente la procesión del Corpus Christi.
Tras la hazaña de estos jóvenes, ya de madrugada, unas coloridas alfombras decoraban las calles de este rincón de España. Sin saberlo, habían iniciado lo que se convertiría en una de las tradiciones más arraigadas en Castilla la Mancha.
En conversación con ACI Prensa, Andrea López, del departamento de prensa de la Asociación de Alfombras de Serrín en Elche de la Sierra, fundada en 1990, explica que iniciativa surgió de Francisco Carcelén, quien, al observar las alfombras de flores que se realizaban en Barcelona durante la festividad de “La Octava del Señor”, se inspiró para convertir su pueblo en un hermoso lienzo.
“En nuestro pueblo no había muchas flores, y abundaban las herrerías y las virutas. Francisco y sus amigos las pintaron y sin que nadie lo supiera cubrieron el pueblo, que se despertó lleno de colores”, precisa.