Este domingo de Pentecostés, día en el que los católicos celebran la venida pública y definitiva del Espíritu Santo, el Papa León XIV pidió una Iglesia que abra “fronteras” entre los pueblos y derribe “las barreras”, donde no haya “ni olvidados ni despreciados”, al tiempo que hizo un llamamiento a la unidad y a la fraternidad.
“Somos verdaderamente la Iglesia del Resucitado y los discípulos de Pentecostés sólo si entre nosotros no hay ni fronteras ni divisiones, si en la Iglesia sabemos dialogar y acogernos mutuamente integrando nuestras diferencias, si como Iglesia nos convertimos en un espacio acogedor y hospitalario para todos”, manifestó en la Misa que celebró en la plaza de San Pedro también con motivo del Jubileo de los Movimientos, las Asociaciones y las Nuevas Comunidades.
Y añadió: “Las diferencias, cuando el Soplo divino une nuestros corazones y nos hace ver en el otro el rostro de un hermano, no son ocasión de división y de conflicto, sino un patrimonio común del que todos podemos beneficiarnos, y que nos pone a todos en camino, juntos, en la fraternidad”.
Ante los miles de peregrinos que viajaron a Roma para participar en este gran evento-convocado en el marco del Año Santo 2025- aseguró que “donde hay amor no hay espacio para los prejuicios, para las distancias de seguridad que nos alejan del prójimo, para la lógica de la exclusión que vemos surgir desgraciadamente también en los nacionalismos políticos”.
“La Iglesia debe llegar a ser siempre nuevamente lo que ya es: debe abrir las fronteras entre los pueblos y derribar las barreras entre las clases y las razas. En ella no puede haber ni olvidados ni despreciados”, aseguró.