A continuación, reproducimos el texto del discurso de León XIV dirigido a los comunicadores que se acreditaron ante la Santa Sede para la cobertura informativa de la muerte del Papa Francisco y el cónclave en el que fue elegido, en un encuentro celebrado el lunes 12 de mayo en al Aula Pablo VI del Vaticano.
Hermanos y hermanas,
os doy la bienvenida, representantes de los medios de comunicación de todo el mundo. Gracias por el trabajo que habéis realizado y seguís realizando en estos días, que son verdaderamente un tiempo de gracia para la Iglesia.
En el Sermón de la Montaña, Jesús proclamó: «Bienaventurados los pacificadores» (Mt 5, 9). Esta es una bienaventuranza que nos interpela a todos, pero que es particularmente relevante para vosotros, llamando a cada uno de vosotros a esforzarse por un tipo de comunicación diferente, que no busque el consenso a toda costa, no utilice palabras agresivas, no siga la cultura de la competencia y nunca separe la búsqueda de verdad del amor con el que debemos buscarla humildemente. La paz comienza con cada uno de nosotros: en la forma en que miramos a los demás, escuchamos a los demás y hablamos de los demás. En este sentido, la forma en que nos comunicamos es de fundamental importancia: debemos decir «no» a la guerra de palabras e imágenes, debemos rechazar el paradigma de la guerra.
Permítanme, por tanto, reiterar hoy la solidaridad de la Iglesia con los periodistas encarcelados por buscar y difundir la verdad, al tiempo que pido su liberación. La Iglesia reconoce en estos testigos —pienso en quienes informan sobre la guerra incluso a costa de su vida— el coraje de quienes defienden la dignidad, la justicia y el derecho de las personas a estar informadas, porque solo las personas informadas pueden tomar decisiones libres. El sufrimiento de estos periodistas encarcelados interpela a la conciencia de las naciones y de la comunidad internacional, y nos exhorta a todos a salvaguardar el precioso don de la libertad de expresión y de prensa.
Gracias, queridos amigos, por vuestro servicio a la verdad. Habéis estado en Roma estas últimas semanas para informar sobre la Iglesia, su diversidad y, al mismo tiempo, su unidad. Habéis estado presentes en las liturgias de la Semana Santa y luego habéis dado cuenta del dolor por la muerte de Francisco, que sin embargo se ha producido a la luz de la Pascua. Esa misma fe pascual nos ha introducido en el espíritu del Cónclave, durante el cual han trabajado durante largas y fatigosas jornadas. Sin embargo, incluso en esta ocasión, han logrado relatar la belleza del amor de Cristo que nos une y nos hace un solo pueblo, guiado por el Buen Pastor.