La Semana Santa puede ser una buena ocasión para aclarar algo que a veces genera confusión: cada vez que el nombre “Judas” aparece en la Escritura, ¿estamos ante una referencia a aquél que traicionó a Jesús?
La respuesta a esta pregunta puede que sea importante, primero, para no satanizar innecesariamente el nombre hebreo original (este posee una rica tradición bíblica), y, en segundo lugar, para entender mejor al grupo de amigos que acompañó a Jesús de Nazareth.
Es verdad que, en general, el nombre “Judas” evoca de manera espontánea lo peor del ser humano – así lo ha transmitido la tradición cristiana– ; pero también es cierto que no siempre es o ha sido así.
En lenguas como el español, donde el nombre original -Judá- no posee más que una traducción, la tendencia es esa: a identificar el nombre solo con la decadencia del apóstol traidor, más aún cuando, a diferencia de lenguas como el inglés, se carece de distinciones en las traducciones del nombre (Judas y Jude) para establecer diferencias.
En consecuencia, vale decir que “Judas”, en griego Ὶούδας, es un nombre que proviene del hebreo “Judá” (יהודה, Yahû'dâh), y posee un significado muy hermoso: "Yahveh sea alabado".
En el Antiguo Testamento “Judas” o “Judá” era, para empezar, el nombre de uno de los líderes de las doce tribus de Israel, razón por la que la región donde se estableció dicha tribu se llama Judea.