Paola Arriaza: ¿Estando usted encarcelado, qué fue lo que lo mantuvo con esperanza? ¿Usted pensaba que vendría este día de liberación? ¿Qué es lo que pensaba?
Monseñor Álvarez: Yo siempre pensé y creí en mi libertad. Y en la cárcel aprendí dos cosas que se pueden cometer como errores: para los que están fuera, pensar que el preso nunca va a salir. Ese es un error grave. Y para el preso, pensar que él nunca va a salir es otro error grave. Siempre creí en mi liberación. ¿Cuándo? No lo sé, no lo sabía, pero siempre esperé salir libre y pues lo que me sostuvo fue la oración. Ya estando fuera me he dado cuenta que no solo fue mi oración, sino también la oración de todo el pueblo fiel y santo de Dios, no solo nicaragüense, sino esparcido por el mundo, que es al pueblo al que le reitero mi agradecimiento profundo e insisto en que lo que me sostuvo fue la oración, el estar aquí contigo ante las cámaras de EWTN, el poder estar dando esta entrevista en esta bella Pontificia Comisión de América Latina, solamente se puede explicar como una acción sobrenatural de Dios. No hay explicación humana para que yo pueda estar contigo en este momento.
Paola Arriaza: Usted habló de su estado de salud en ese día que se fue, durante ese año que estuvo encarcelado. ¿Cómo era su estado de salud antes y cómo está ahora usted?
Monseñor Álvarez: Yo vine, para decirlo en un lenguaje de cuantificación, menos cero en todas mis capacidades psicológicas, psiquiátricas, emocionales, afectivas, sentimentales, morales, espirituales, físicas, somáticas, menos cero. Ahora, un año después, puedo decir que estoy en un 90% recuperado.
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Paola Arriaza: La gente que ha dejado atrás. ¿Cómo cree que la Iglesia en Nicaragua vive la situación actual?
Monseñor Álvarez: Yo siempre manejo en mi bolsillo, que en este momento no lo tengo, ¡qué barbaridad!, la carta pastoral que el Santo Padre nos dirigió a los nicaragüenses el 2 de abril del año pasado. Y en esa carta pastoral el Papa nos exhorta con un lenguaje muy doméstico y muy nuestro a creer y confiar en la Providencia divina, aún en aquellos momentos en los que inteligiblemente no se puede entender lo que está sucediendo. En otras palabras, aún en los momentos en que la esperanza se vuelve oscuridad, tenemos que creer firmemente que Dios va actuando en la historia del ser humano y en la historia de los pueblos, y yo estoy convencido de eso y por eso soy un hombre de esperanza y creo que mi gente, mi pueblo, es un pueblo de esperanza.
Paola Arriaza: ¿Y sabe qué me recuerda con esto? Este Ángelus en febrero de 2023, que el Papa dijo que rezaba mucho por monseñor Rolando Álvarez y dijo: el obispo, al que le tengo mucho cariño. ¿Cómo recibió usted esa noticia?
Monseñor Álvarez: Pues yo no lo supe en la cárcel... hasta que vine aquí a Roma lo supe. Y yo no me siento merecedor del cariño del Papa. Pero quiero contarte un secreto que es, pienso, por qué el Papa me empezó a tener cariño. Una vez, en el 2018, cuando estaba la situación más violenta en Nicaragua, vine a hacer una visita con el arzobispo actual, el cardenal Brenes, a la Santa Sede, y nos íbamos a entrevistar con el Papa. Por cuestiones de protocolo lo pasaron primero al arzobispo y a mí me dejaron afuera como 20 minutos o media hora. Y yo me puse a rezar el Santo Rosario. A la media hora me pasaron y el Papa, en un gesto maravilloso, se levantó, me fue a recibir, me abrió los brazos y me dijo: Perdóname porque te hice pasar por el purgatorio esperando tanto tiempo. Y yo con normalidad, con el rosario en la mano, le dije: No se preocupe, Santo Padre, porque aproveché para rezar el Rosario. Me parece que ahí hubo un momento de un cruce de simpatía, porque a partir de ese momento me recuerdo que el Papa siempre que venía algún obispo de Nicaragua me mandaba saludos.
Paola Arriaza: Y desde entonces me imagino que este año en Roma han tenido esa relación cercana...
Monseñor Álvarez: Hemos tenido una relación cercana, sobre todo en el Sínodo. Me sucedió una cuestión muy interesante. Me fui a almorzar cerca del Vaticano, allí en un restaurantito y terminé temprano. Entonces me regresé a las tres de la tarde. Las sesiones empezaban a las cuatro y yo pensaba: voy a ir a descansar en la mesa. Ahí me voy a dormir un ratito mientras empieza el trabajo. Y aquella aula sinodal estaba totalmente vacía. Solo el Papa estaba sentado. Aproveché para ir a platicar con él y ahí, como decimos los nicaragüenses, me despaché sabroso porque platiqué todo lo que tenía que hablar y ahí pues el Papa me dijo algo que eso sí no lo puedo decir.