El Papa Francisco presidió el rezo de las Vísperas en la Basílica de San Pedro por la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, reflexionando sobre la luz de la pobreza, castidad y obediencia, como llamadas a vivir el amor de Dios en el mundo.
A continuación, la homilía completa del Papa Francisco en el rezo de las Vísperas que presidió este 1 de febrero con motivo de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, en la Basílica de San Pedro, en el Vaticano:
En la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, el Papa Francisco reflexionó sobre la misión de los consagrados como portadores de luz en el mundo actual. A través de los votos de pobreza, castidad y obediencia, destacó su papel en la renovación espiritual y en la construcción de relaciones auténticas basadas en el amor y la entrega a Dios.
«Aquí estoy, yo vengo [...] para hacer, Dios, tu voluntad» (Hb 10,7). Con estas palabras, el autor de la Carta a los Hebreos manifiesta la perfecta adhesión de Jesús al plan del Padre.
Y las leemos hoy, en la fiesta de la Presentación del Señor, Jornada mundial de la Vida Consagrada, durante el Jubileo de la Esperanza, en un contexto litúrgico caracterizado por el símbolo de la luz. Y todos ustedes, hermanas y hermanos, que escogieron el camino de los consejos evangélicos, se han consagrado, como «Esposa ante el Esposo [...] envuelta por su luz» (S. Juan Pablo II, Exhort. ap. Vita consecrata, 15), a ese mismo plan luminoso del Padre que se remonta a los orígenes del mundo.
Este plan tendrá su total cumplimiento al final de los tiempos, pero se hace visible, ya desde ahora, a través de «las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas» (ibíd., 20). Reflexionemos, entonces, en el modo en que, por medio de los votos de pobreza, castidad y obediencia que profesaron, ustedes también pueden ser portadores de luz para las mujeres y los hombres de nuestro tiempo.