El impacto de una conversión en el ocaso de una vida

 

Mortimer J. Adler se ha convertido en uno de los filósofos más conocidos del siglo XX por su difusión de la filosofía clásica y su contribución al resurgimiento de los estudios sobre Santo Tomás de Aquino, pese a que siempre se confesó no creyente.

Al cumplir 97 años de edad, Adler ya no es noticia por sus debates filosóficos sino por haberse convertido al catolicismo, fe que siempre estuvo "rondando" desde una perspectiva intelectual y que ahora abraza como el fundamento de toda su existencia.

Camino al bautismo

El Obispo Emérito de San José, en el estado norteamericano de California, Mons. Pierre Dumaine, confirmó las declaraciones de una fuente cercana al filósofo sobre la conversión de Adler y señaló que el prestigioso filósofo fue bautizado y confirmado en diciembre pasado.

Para los observadores, el célebre pensador ateo mantuvo su conversión en silencio por ese celo que siempre mantuvo hacia su privacidad y su frágil salud; pero a pocos cogió de sorpresa por sus varios años "de diálogo con la fe católica".

"Hemos estado esperando a Mortimer por cien años", señaló el profesor de filosofía de Notre Dame, Ralph McInerny. "No es el camino a Damasco, pero parece, en retrospectiva, tener una cierta inevitabilidad acerca de aquello. Fueron todos aquellos años esperando en vilo".

La ruta del Neotomismo

Deal Hudson, un polemista católico amigo de Adler, dijo que su primera reacción luego de escuchar de la conversión del filósofo fue exclamar: "¡Qué alivio!". "No hay duda de que Mortimer ha hecho por la tradición intelectual católica más que muchos en los Estados Unidos en este siglo", dijo Hudson.

"Como amigo personal de (Jacques) Maritain y (Etienne) Gilson, lo único apropiado es que Mortimer una sus manos a las de estos grandes neotomistas de su propia generación como católico", señaló.

Hudson, un converso del protestantismo, dijo que las obras de Adler sobre la naturaleza humana, la libertad y Aristóteles, fueron instrumentos de su propia conversión a la fe católica hace muchos años.

Adler es quizás más conocido por su "bestseller" de 1940 How to Read a Book -"Cómo leer un libro"- y Aristotle for Everybody -Aristóteles para todos- de 1978. McInerny alguna vez se refirió a este último como "el pecado original" de Adler porque llevó a muchos a pensar que era un simple divulgador, más que un intelectual serio.

Adler se hizo ampliamente conocido por sus múltiples apariciones en el programa dominical matutino "Firing Line" (Línea de Fuego). Fue allí donde Adler presentó a muchísimos americanos al entonces poco conocido Santo Tomás de Aquino, dejando a la audiencia sorprendida por su conocimiento del gran santo y pensador católico y perpleja por su falta de fe personal.

El "Fisgón tomista"

Fue justamente la contribución de Adler en el resurgimiento de los estudios sobre Santo Tomás de Aquino en los Estados Unidos durante los años 30 y 40 -pese a ser no creyente- lo que le valió el sobrenombre jocoso de "Fisgón tomista". Durante este período de su vida, Adler fue un frecuente expositor de las reuniones anuales de la Asociación Católica Americana de Filosofía y de universidades como la Casa Dominica de Estudios en Washington D.C., la Universidad de San Juan en Collegeville, Minn., y la Universidad de Notre Dame.

Adler reconocería después que el estudio de Santo Tomás de Aquino durante toda su vida había preparado el camino para su posterior conversión.

En su autobiografía de 1991, A Second Look in the Rearview Mirror -"Una segunda mirada por el espejo retrovisor", Adler escribió que fue su "continuo esfuerzo, desde 1943 hasta 1978, por mejorar los argumentos filosóficos sobre la existencia de Dios", el que formó el "preámbulo" de su conversión en 1984 al cristianismo como episcopaliano, la religión de su esposa, Caroline.

Pero fue el acercamiento filosófico de toda su vida a la fe católica lo que lo impulsó a explicar, en su memoria Philosopher at Large de 1977, por qué nunca se había convertido al catolicismo.

En ese libro, recordó que colegas no católicos empezaron a cuestionarse acerca de su inclinación hacia Roma desde 1938.

Según Adler, empezaron a circular rumores sobre él y Robert Hutchins, entonces presidente de la Universidad de Chicago, sobre su supuesto bautizo en secreto. Dijeron "que habíamos sido vistos de rodillas ante la baranda del altar de la Iglesia Católica cerca del campus universitario, y cosas así", señaló.

De acuerdo a Adler, no era sólo su afecto hacia Tomás de Aquino el que impulsó estos rumores, sino la conversión de muchos de sus estudiantes a la fe católica.

Adler escribió que no era más responsable por los estudiantes que estudiando filosofía se convertían en católicos que por los que estudiando a Marx se convertían en marxistas.

A los colegas católicos que se preguntaban por qué no se convertía, Adler explicaba que su estado de mente era comparable a lo que Santo Tomás llamaba "fe muerta".

El encuentro

Volviendo a la misma pregunta 14 años después en A Second Look in the Rearview Mirror, Adler escribió: "Había momentos, a finales de la década del 30 y a lo largo de la del 40 que me enfrenté a la pregunta de por qué no me había convertido en católico. Mientras reviso las respuestas que entonces me di a mí mismo, pienso que las razones que me daba eran superficiales. Ellas ocultaban mi aversión a volverme religioso".

En la autobiografía de Thomas Merton "La Montaña de los Siete Círculos", de 1942, Adler aparece mencionado como uno de los "neotomistas" que habían tomado "por asalto" el alma mater de Merton, la Universidad de Columbia, al final de la década del 20.

Un joven Adler y sus colegas son recordados por Merton por su devoción a los clásicos, sus intensas discusiones filosóficas sobre Dios en una época de creciente escepticismo.

En efecto, Adler, que abandonó la secundaria y había tenido que esperar hasta 1983 para recibir su título de bachiller de Columbia, empezó a desafiar la práctica y los niveles educacionales desde muy pronto.

Por invitación de Hutchins, Adler dejó Columbia por un puesto de enseñanza en la Universidad de Chicago, en 1930, a la edad de 27 años. Enseñó ahí hasta 1945, cuando tomó un descanso de siete años para editar la serie Great Books of the Western World -"Grandes Libros de Occidente"-. Fue también en Chicago donde Adler empezó su trabajo como co-editor de la Enciclopedia Británica.

En 1952, dejó la Universidad de Chicago y se fue a San Francisco, donde fundó el Instituto para la Investigación Filosófica, al que permanece asociado. Desde sus primeros días como agitador en la Universidad de Columbia, hasta su decisión en 1977 de intentar una reforma para la educación estadounidense, primaria y secundaria, con su Proyecto "Paideia", para escuelas de tugurios urbanos, Adler ha sido un gestor de la reforma educacional.

Ha cooperado en la fundación del programa original "grandes libros" -organizado en torno a la lectura y discusión abierta de obras fundamentales- en la Universidad de San Juan, en 1937; esto ayudó a inspirar programas similares en otras universidades, incluyendo la Universidad Católica de Santo Tomás de Aquino, en Santa Clara, California, y la Universidad de Santa María, en Morago, Calif., en 1950.

Pero la larga búsqueda de la verdad de Adler, dice McInerny, no fue un obstáculo para sus posibilidades. "Es una de las cosas más cercanas a la vida espiritual: el intelecto", señala.

Por su parte Max Weismann, co-fundador con Adler del Instituto Grandes Ideas de Chicago, va más allá y afirma: "Adler fue siempre un católico en el corazón. que finalmente se decidió por lo evidente".

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