El Día Mundial del SIDA. Luces y Sombras

Artículo cortesía de: Comité Independiente Anti-sida
Autor: Dr. Justo Aznar Lucea,
Profesor titular de Medicina Universidad de Valencia, España
La Tribuna

El 1º de diciembre se celebra el día mundial del sida, circunstancia que da pie para realizar algunas consideraciones sobre esta enfermedad. La primera es que el sida es una enfermedad infecto-contagiosa y como tal debiera fundamentalmente considerarse, pero determinados aspectos relacionados con sus vías de contagio le han dado una notoriedad social inusitada.

En este momento el cuadro que nos dibuja el sida es un muestrario de éxitos y fracasos. Los éxitos están fundamentalmente referidos a sus posibilidades de tratamiento. Hasta hace poco tiempo el sida era una enfermedad mortal; ahora, gracias a las nuevas pautas terapéuticas, especialmente con antirretrovirales, prácticamente se ha transformado en una enfermedad crónica de larga duración, aunque sin descartar su mortalidad a largo plazo. Esto es un gran logro del que toda la sociedad, y sobre todo los enfermos se felicitan.

También se ha avanzado en los tratamientos tempranos de las personas infectadas, lo que está contribuyendo a que el número de estas que desarrollan la enfermedad haya disminuido de forma notoria en los últimos años, circunstancia que puntualmente suelen recoger las estadísticas sobre la evolución del sida.

Otro logro importantísimo ha sido la drástica disminución de la transmisión de la infección entre la madre embarazada y su hijo recién nacido. Hasta hace poco tiempo aproximadamente el 20% de los niños nacidos de madre seropositiva eran a su vez seropositivos, y un porcentaje importante de estos niños desarrollaban el sida en un plazo breve de tiempo, siendo su expectativa de vida de pocos años. Sin embargo, hoy día, con los avances en el diagnóstico precoz del VIH en las mujeres embarazadas y con un tratamiento adecuado de las mismas, la transmisión vertical madre-hijo prácticamente ha desaparecido.

Las posibilidades de nuevas terapéuticas continúan investigándose, siendo la parte más gris de estas investigaciones la consecución de una vacuna eficaz, aspecto todavía distante de poder ser efectivo.

Sin embargo, todo lo hasta aquí considerado sobre el tratamiento del sida, se refiere a los países desarrollados, a los más ricos. En los países pobres, en donde se concentran el 90% de los enfermos, el sida sigue siendo una enfermedad mortal; el desarrollo de la enfermedad en las personas infectadas continúa siendo muy elevado y la transmisión vertical madre-hijo apenas se ha reducido, y todo ello, porque los habitantes de esos países, especialmente los subsaharianos, carecen de los recursos económicos necesarios para poder ser adecuadamente tratados. Sin duda, junto con la prevención de la infección, este es el más importante reto que el sida nos plantea a las ricas sociedades occidentales. Los recursos dedicados a tratar esta enfermedad en los países pobres, tienen que multiplicarse por cinco para que dichos tratamientos alcancen cotas de eficacia razonables; pero también hay que establecer cauces que garanticen que estos recursos lleguen a los enfermos y no desaparezcan en el camino. Es difícil que en el día mundial del sida la conciencia colectiva de occidente pueda descansar tranquila mientras contempla cómo millones de personas mueren al año por una enfermedad que de mortal podría pasar a ser crónica, si dedicáramos más recursos para vencerla.

El otro gran campo de actuaciones contra el sida es la prevención, campo donde las opiniones están más encontradas. No querría en este artículo dar ningún dato estadístico, sino realizar algunas reflexiones de orden general, pero no me resisto a comentar uno. Según los últimos datos (datos al 2003) de la OMS cada día en el mundo mueren más de 8.000 personas por causa del sida y se contagian más de 14.000, por lo que si no se logra invertir esta tendencia difícilmente se podrá erradicar esta gravísima enfermedad. En nuestro país pasa algo similar. Disminuyen los enfermos de sida, pero aumenta el número de los nuevos contagiados. Esto nos obliga a una inmediata reflexión. Así como, las políticas para tratar el sida han sido eficaces, las propuestas para prevenir la infección han constituido un serio fracaso. Por ello, conviene recordar una vez más que, aunque disminuyen las infecciones debidas al uso de drogas y a las conductas homosexuales, están aumentado, especialmente entre las mujeres, las infecciones derivadas de las relaciones heterosexuales. Es decir, sigue sin resolverse aquella causa de contagio hacia la que van dirigidas la gran mayoría de las campañas, que en los países ricos, y por supuesto en España, se realizan. Como es ampliamente conocido, estas campañas se centran fundamentalmente en promover la utilización del preservativo, difundiendo el mensaje de que su uso asegura unas relaciones sexuales sin riesgo de que exista posibilidad alguna de contagiarse por el VIH. Como ha sido demostrado con abundante bibliografía científica y datos epidemiológicos objetivos, nada más alejado de la realidad. El preservativo disminuye sustancialmente las posibilidades de contagio, pero no las elimina totalmente, por lo que al transmitir estas campañas el mensaje de que su uso asegura unas relaciones sexuales sin riesgo, favorece el que se multipliquen los contactos sexuales, por lo que el número absoluto de contagios no solo no disminuye sino que aumenta. Esto se puede constatar asimismo para las demás enfermedades de transmisión sexual, que igualmente han aumentado de forma significativa, coincidiendo con las campañas más intensas para promover la utilización del preservativo. No cabe ninguna duda de que las autoridades sanitarias deberían ampliar sus objetivos en las campañas realizadas para prevenir el sida, incluyendo en ellas mensajes para favorecer las relaciones sexuales en el contexto de una pareja estable y sana. Este es el único remedio, recomendado además por las más prestigiosas sociedades médicas internacionales, para de una forma definitiva tratar de erradicar el sida. Pero para promover estas campañas hace falta un coraje personal y colectivo que no todas las autoridades sanitarias lo tienen.

Estos son algunos aspectos del claroscuro panorama que ofrece el sida este 1 de diciembre de 2003.